El miércoles, en el Aula Magna de la Usach, la Orquesta Clásica de la universidad, dirigida por Nicolas Rauss, realizó un concierto como celebración de los 170 años de esa casa de estudios.
En 1811, Beethoven recibió el encargo de componer la música para “El rey Esteban”, drama de Kotzebue (el mismo de “Las ruinas de Atenas”). El compositor la escribió para solistas, coro y orquesta; la Obertura es la pieza más ejecutada y con ella se abrió el concierto. No obstante que, a la época, Beethoven estaba en lo más alto de su madurez creativa (la Séptima Sinfonía es de ese mismo año), en esta pieza el compositor está lejos de sublimidades y el precario valor de la pieza teatral se transmite a la música. Tampoco la orquesta estuvo a la altura de los grandes méritos a que nos tiene acostumbrados y agregó crudeza de sonido y desajustes a las debilidades de la partitura.
También Rauss nos ha acostumbrado a verlo hurgar en el fondo de su caja de sorpresas. En esta ocasión sorprendió con la versión original, para orquesta, de la “Leyenda de San Francisco de Asís predicando a los pájaros”, de Franz Liszt, obra muy conocida en su versión para piano. Entre trinos y aleteos (excelentes flautas), emerge la alocución del santo (estupendo corno inglés) dirigiéndose a las “hermanas aves”, hasta que la unión de la cuerda hace emerger una luz divina que ilumina la escena en una atmósfera instrumental preimpresionista de gran imaginación y delicadeza. La orquesta, recuperada de “El rey Esteban”, realizó una excelente versión.
Los altos logros se mantuvieron en la Obertura “La bella Melusina”, de Mendelssohn, basada en la leyenda medieval del hada-mujer-serpiente, y que narra los infortunios de la relación amorosa entre Melusina y el caballero Raimundo. Desde el inicio, clarinetes, flautas y cuerdas pintaron el entorno feérico, tan propio de Mendelssohn, con una textura alada y ondulante movimiento. Otra muy buena versión.
Para terminar, un final “imperial”: el Concierto para piano y orquesta Nº 5 , “Emperador”, de Beethoven. La solista fue la consagrada pianista chilena Edith Fischer.
En declaraciones previas, la pianista había afirmado que no obstante haber realizado en numerosas ocasiones el ciclo completo de las 32 sonatas de Beethoven y los 4 primeros conciertos para piano, nunca se había acercado al quinto concierto. Sin dudas, esa sorprendente decisión no es producto de insuficiencias técnicas, pues Edith Fischer posee técnica y musicalidad para derrochar. Tal vez quiso madurar un concepto, una aproximación que le proporcionara satisfacción. Y si así fue, lo logró con creces: su versión fue magnífica en ideas, fuerza, expresión, construcción clásica y sonido.