El Medio Oriente sigue siendo un polvorín a punto de estallar, sea por los iraníes, los sirios, palestinos, israelíes o cualquiera de los actores de esa región. Con los recientes incidentes entre EE.UU. e Irán, no se puede descartar una acción belicosa de cualquiera de las partes; por eso, cabe destacar la valentía del Presidente Sebastián Piñera al visitar Israel y los territorios palestinos en momentos en que algunos presagiaban una crisis mayúscula. Después de todo, Donald Trump estuvo listo para enviar aviones a atacar objetivos iraníes.
Pareciera que para Piñera fue más importante dar una señal de amistad a israelíes y palestinos, y a las respectivas comunidades que viven en el país. Así, el incidente diplomático que se produjo por los acompañantes locales del Presidente en los sitios sagrados del judaísmo y del islam fue superado por la diplomacia sin empañar la gira.
Piñera evitó pronunciarse sobre el fondo del conflicto israelí-palestino; en su gira anterior ya había dado el reconocimiento a la Autoridad Palestina, y esta vez también tuvo contacto con ella. Más allá de los acuerdos y de las declaraciones, Chile debe mantener vínculos fuertes con ambos lados y apoyar entusiastamente la búsqueda de una solución justa, equitativa y realista, porque ambos pueblos merecen vivir en paz, como vecinos, y lograr la seguridad y prosperidad anheladas.
La semana pasada se supo del último plan que presenta EE.UU. para solucionar el largo conflicto. Fue el yerno de Trump quien dio a conocer la propuesta económica, dejando el tema político para después de las elecciones israelíes de septiembre, en las cuales Benjamin Netanyahu pretende ser reelegido. Se trata de crear un fondo de inversión global, de 50 mil millones de dólares, formado por donaciones, créditos subsidiados y capital privado que se invertiría en proyectos de infraestructura, desarrollos turísticos y reconstrucción. Según Jared Kushner, el “yernísimo”, se crearían un millón de puestos de trabajo, se reduciría la pobreza en 50 por ciento y el desempleo quedaría en un dígito.
Si bien el plan puede ser muy positivo en el papel, el rechazo categórico de los palestinos a aceptar una estrategia que no considere en primer lugar la creación de un Estado independiente y soberano hace pensar que está destinado al fracaso. Los palestinos desconfían de Trump, quien ha demostrado poca empatía con ellos, y prefieren esperar y declinar una propuesta que no se complementa con un proyecto político con reglas claras para definir los asuntos pendientes, como las fronteras, los asentamientos en los territorios ocupados, el estatus de Jerusalén y el futuro de los millones de refugiados que viven en los países vecinos.
Esas han sido las bases de discusión en los diversos y prolongados procesos de paz que se han llevado a cabo a través de los años. Bien puede partirse por otro lado esta vez, pero antes de aceptar la oferta, los palestinos tienen derecho a conversar sobre el resto de sus aspiraciones. De eso depende una paz duradera entre judíos y palestinos.