Esta semana, el Gobierno firmó con la Democracia Cristiana un protocolo de acuerdo que permitiría destrabar la tramitación de la reforma tributaria. Desde la perspectiva del buen funcionamiento de la democracia, el acuerdo es positivo porque da cuenta de una clase política dispuesta a trabajar de manera constructiva. Ello resulta esperanzador considerando lo tensionado que quedó el ambiente tras el último gobierno de Michelle Bachelet.
Pero, además, nos muestra que entre los partidos de oposición hay algunos con mayor vocación de centro y de diálogo, lo que no deja de ser relevante si consideramos que la coalición opositora en el Congreso, bajo la guaripola del Frente Amplio y del Partido Comunista, busca empujar una agenda de izquierda más radical, que desconoce las virtudes del consenso. En este sentido, es virtuoso lo que hace la Democracia Cristiana y, particularmente, su presidente.
Pero, además, en esta pasada, Fuad Chahin aparece como un político tremendamente hábil, al apoyar iniciativas que, aun cuando promovidas por el actual gobierno, han mostrado tener adhesión ciudadana y en los emprendedores. Chahin posiciona así a su partido como un colectivo que conecta con las necesidades de las personas, cansadas y agobiadas de tener que emprender bajo un sistema tributario engorroso y aplastante de la iniciativa privada. Estas personas, que no son pocas —y Chahin lo sabe—, miran con muy buenos ojos lo que el Gobierno y la DC pactaron esta semana. El presidente de la DC logra así que su partido destaque entre los conglomerados de oposición, marcando distancia de la imagen negativa que muchos chilenos tienen del Congreso, que gobernado por la oposición parece a ratos ser sinónimo de estancamiento legislativo y de política de trincheras.
El Gobierno también se anota un triunfo político importante que merece ser destacado. Se muestra pragmático y resuelto; da por zanjada la polémica que se generó con la DC tras la Cuenta Pública; se muestra dispuesto a concordar sus reformas con partidos de centro, y a empujar y acelerar iniciativas que llevan meses tramitándose y que son muy esperadas por los chilenos. Con ello, transmite control de su agenda y ánimo de lograr consensos para empujar el carro de las expectativas.
Por supuesto, no todos quedaron contentos. Desde la propia DC, algunos han salido a cuestionar el actuar de su presidente y la real representatividad del acuerdo logrado. Para qué decir lo que opinan los socios de la coalición política de la DC, quienes han criticado a Chahin por fraccionar a la oposición, habiendo algunos que incluso lo han tildado de traidor. Pero, entre dimes y diretes, a mi juicio, el actuar de Chahin reditará políticamente para la DC, que queda en una situación de mayor relevancia frente a los otros partidos de oposición, que pierden poder relativo. Está por verse, eso sí, lo que ocurrirá en el Senado, en que pareciera haber un ánimo de mover las fronteras más allá, desconociendo el acuerdo y los objetivos buscados al plantearse esta reforma.
Justamente, sobre los fines perseguidos por la modernización tributaria, cabe recordar que el protocolo de acuerdo señala expresamente que el crecimiento económico es uno de los principios que la inspiran, constituyendo este, para la DC, tal y como lo indica el acuerdo, un pilar fundamental, debiendo la modernización tributaria impactar positivamente el crecimiento económico. ¡Bravo!
Por su parte, una de las aspiraciones declaradas por el Gobierno con esta reforma es promover el crecimiento y la inversión. ¡Bingo! Consenso en un tema fundamental. Por ello resultaría en un contrasentido que una o más de las medidas de compensación ofrecidas a cambio de aprobar la reintegración complotara contra ese pilar compartido. Por ejemplo, la propuesta, sobre la mesa, de aplicar un 1% de impuesto a los proyectos de inversión resulta, en principio, contradictoria con el objetivo compartido de potenciar la inversión y el crecimiento. Para que así no sea, es clave que sea diseñada de manera tal que no genere un efecto adverso y que, en el debate de estas y otras compensaciones ofrecidas, tanto en la Cámara como en el Senado, no se pierda nunca de vista el objetivo de potenciar la competitividad y la inversión, porque con frecuencia vemos cómo el objetivo recaudatorio gana el gallito, haciendo sombra a cualquier otra consideración.