Hace unos días me llamó un reportero para pedirme mi opinión sobre la decisión de la Conmebol de no homologar a Chile como campeón de la Copa América de 2016, celebrada en conmemoración de los 100 años de disputa del torneo continental (y por eso llamada Copa Centenario). Tratándose de un reportero con varias temporadas en el cuerpo, con alguna en un medio serio, di por descontada la veracidad de la información que me entregaba y le contesté que la Copa la ganó Chile limpiamente y que todos los equipos participantes la disputaron con seriedad. Si la Conmebol, que es un cónclave de rateros, decidía no homologarla, allá ella.
El asunto, curiosamente, tomó vuelo días más tarde y ahora la Conmebol decide desmentirme. Desmientan, si quieren, al imbécil que me dio una información torcida y al que le creí porque hace más de medio siglo que recibo información de reporteros y porque con éste hasta compartimos en un medio en algún momento.
Sobre la actual Copa América, que me imagino que es real y homologable porque la miro por la televisión y veo sus resultados impresos, la selección nuestra tiene a los chilenos satisfechos, mayoritariamente. Incluso después de haber perdido con Uruguay.
A mí no. No me satisfizo la forma en que se encaró el partido con los orientales. Hubo hacia ellos un exceso de respeto que puede catalogarse de temor. Un temor que, por supuesto, estaba ya superado en los jugadores, los cuerpos técnicos, el público y la crítica chilenos. Y de eso hace bastante tiempo. Ya Nelson Acosta había avanzado bastante al respecto con sus planteles y el ciclo llegó a su mejor expresión con Marcelo Bielsa.
Aquello tiene su antigüedad: con más de 12 años desde su inicio, la etapa caló en el alma del aficionado y se hizo escuela en jugadores y técnicos. Una de sus características, aparte del profesionalismo acentuado, es que las selecciones chilenas juegan hacia adelante, enfrentan los peligros y tratan de ganar.
Lo mismo expresó el actual entrenador cuando se esperaba el partido decisivo con Uruguay. “Contra Uruguay vamos con todo”, dijo. Pero no fue así y más tarde explicó que el equipo entró a jugar clasificado y que después lo habló con los jugadores (algo que parece dársele a menudo en los temas difíciles, como armar la nómina).
Chile entró a enfrentar a Uruguay con cambio de esquema y de nombres, al formar con tres zagueros centrales y dos laterales. Cinco zagueros, en rigor. Esto ha sido calificado de un experimento exitoso, olvidando que el jugador chileno es y ha sido siempre un elemento táctico distinguido. A mediados del siglo pasado, Chile salió del pantano de las goleadas que le proporcionaban rivales superiores técnicamente gracias, justamente, a su vocación táctica. De modo que no debe sorprendernos su adaptación a distintos esquemas.
Chile, entonces, no salió “con todo”, porque, según Reinaldo Rueda, había que “guardar a los que tenían tarjeta amarilla”. Como casi todos los equipos que salen a no perder, perdimos. Y hemos perdido, además, un día de descanso y a un rival modesto (como es Perú hoy) a cambio de una fuerte Colombia.
La fortaleza de Colombia debemos esperar que no lleve a nuestra banca a un gran temor y partamos regalando el ataque. Colombia es un muy buen equipo, pero ganable. Como casi todos.