Es posible que el no haber podido conseguir el primer lugar en el grupo, le traiga a Chile complicaciones en los cuartos de final de la Copa América. Colombia, a partir de los conceptos conocidos del DT portugués Carlos Queriroz, ha resaltado sus brillanteces individuales (empezando por ese estilete que es James Rodríguez). Los cafetaleros ya no son aquel equipo que, con José Pekerman en la banca, parecía maniatado y contenido por principios de equilibrio excesivo. Colombia hoy tiene más fondo, mejor precisión, y un estilo quea ratos emociona al espectador futbolero. Es, en resumen, un rival de jerarquía, peligroso (más que el irregular Perú de Gareca, que era el rival que venía de haber sido primero la Roja).
Pero todo esto no quiere decir que Chile no tenga las armas para importunar y doblegar a tan linajudo rival. Las tiene. Y no porque simplemente el equipo chileno pueda tirar sobre la mesa los galones históricos, sino porque hoy, bajo la tutela técnica de Reinaldo Rueda, ha dado muestras de que se está en camino a mantener los buenos niveles.
Es la sensación que ha quedado por lo mostrado por Chile en esta versión de la Copa América.
Vamos viendo.
Antes de iniciarse el torneo, las críticas a Rueda eran tres: que no había un relato o una propuesta técnica, que el recambio había fracasado, y que no tenía gran ascendencia en el camarín.
Pues bien, parece que no era tan así.
Rueda, a lo largo de los amistosos, siempre mostró una matriz táctica como base (4-2-3-1) que casi siempre sufría alteraciones, aunque ninguna de ellas parecía ser demasiado relevante. Pues sí, lo eran. Rueda llegó al 3-3-2-2 ante los uruguayos y a todas sus variantes eventuales (por minutos, Chile jugó con cuatro defensores netos y un punta, por ejemplo) precisamente porque pudo apreciar este proceso de adaptación durante esos partidos oscuros y poco atractivos de Chile en los amistosos. La Roja, de hecho, es hoy un equipo más versátil.
El recambio individual, en tanto, que parecía una quimera, ha ido apareciendo como debía ser: de a poco, y como variantes.
Arias, Maripán y Pulgar, los rostros nuevos como titulares fijos, no han desentonado ni menos han provocado nostalgias excesivas. A ellos se suma ya un par que puede que esté para ir asumiendo de a poco mayor protagonismo. Paulo Díaz y Óscar Opazo deberían ser lo relevos de Isla y Beausejour que siguen siendo importantes pero que ya han dado muestras de que no están para el ida y vuelta constante. ¿Qué aún es poco? Claro. Hay que encontrar luego a alguien que pueda hacerle la pelea a Vargas como goleador insigne. Otro (u otros) aleros, porque Fuenzalida va camino a convertirse en volante mixto y porque Sánchez seguro que tenderá a exigir ser el “enganche” del equipo (aunque no esté hoy perfilado para eso). Uno, finalmente, que pueda tener la sapiencia táctica de Charles Aránguiz, pero que le agregue mayor continuidad y que tenga la personalidad para “echarse el equipo al hombro”, si se le requiere.
Es claro que todo está en proceso y que no puede evaluarse de acuerdo a lo que eventualmente ocurra en la Copa.
Pero el camino parece estar bien elegido. Rueda no convence al medio, a los hinchas, pero sí a su grupo. Eso es tener liderazgo.