Lo que está describiendo San Lucas es la celebración de la Eucaristía en las antiguas comunidades cristianas: al caer la tarde, estando la comunidad reunida, Jesús está presente, les habla sobre el Reino de Dios y comparte el pan. La multitud reunida tiene hambre y la propuesta de Jesús es desafiante: denles ustedes de comer. La lógica de los apóstoles es la que predomina hasta el día de hoy: que cada uno se las arregle por sí mismo. Pero la experiencia nos muestra que esto no es suficiente, pues hay algunos que tienen recursos, mientras que otros no; algunos saben a dónde ir y a quién contactar, otros tienen menos posibilidades o simplemente van más lento. Basta pensar la desventaja de la situación de los enfermos o de los ancianos, quienes al llegar encontrarían que el alimento se ha acabado. La lógica del comercio nos parece justa, pero no es suficiente para satisfacer las necesidades de todos los hombres.
El Papa Francisco ha llamado la atención sobre esto, llamándolo la sociedad del descarte, donde algunos van quedando botados a la orilla del camino.
Distinta es la propuesta de Jesús, quien muestra que el proyecto de Dios sobre la humanidad no es esto. Dice el texto que Jesús los hizo sentar en grupos y levantó la mirada al cielo. Este gesto permite dar sentido a la realidad terrena desde la trascendencia divina. Al mirar a Dios como Padre descubrimos que somos hermanos, y lo que suceda con el otro es un tema mío también. Y no sólo eso, se descubre que todo es de Dios y nosotros más que dueños de la creación somos sus administradores. Si hay hambre en el mundo y no se satisfacen las necesidades humanas, no es porque el diseño de Dios está equivocado, sino porque nosotros, sus administradores, nos hemos movido con lógicas individualistas y egoístas.
Es necesario elevar los ojos al cielo e introducir a Dios en nuestra mirada, entonces las cosas se ven diferente, ya no son objeto para poseer, sino que se convierten en dones para compartir.
La propuesta de Jesús es compartir lo que se tiene y lo que se es. Él mismo lo hace en la última cena. “Esto es mi cuerpo” refleja toda su vida contenida en ese pan. Él sale de la lógica del comercio y entra en la lógica del don gratuito. El comer ese pan eucarístico al comulgar es unirse totalmente a su vida, aceptarla y continuarla. Toda su existencia, contenida en la eucaristía, es un don para los demás: todo lo ha ofrecido, todo lo ha dado.
¿Estoy dispuesto a donar mi vida por los demás junto con la suya? Esta es la verdadera comunión que nos ofrece la eucaristía, comunión con la vida donada de Cristo y también con la comunidad. Este es el verdadero sacramento de nuestra fe.
En esta fiesta de Corpus Christi en muchos lugares se celebrarán procesiones eucarísticas. Es el Señor que está en medio de nuestras ciudades y pueblos, como testigo de nuestras necesidades, e invitándonos a ocuparnos los unos de los otros. Es un momento para, siguiendo a Jesús, alzar los ojos al cielo y comprometernos en la construcción de un mundo nuevo.
Caía la tarde, y los Doce se le acercaron a decirle: “Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado”. Él les contestó: “Dadles vosotros de comer”.
(San Lucas 9, 11b-17)