Chile llegaba a Brasil con enormes dudas hasta la Copa América. El ciclo de amistosos no auguraba optimismo. Pero este juego siempre ofrece la posibilidad de una resurrección y la escuadra de Reinaldo Rueda no la despreció.
En Sao Paulo y Salvador de Bahía encontró los resultados que necesitaba, pero ante todo el equipo para competir en un torneo que ratifica o exonera entrenadores. Esta Roja no es la versión galana de la década virtuosa de 2007 a 2017, pero a diferencia de otros momentos es un cuadro ducho, con oficio, solidario y confiable. La noche cálida y húmeda en el Arena Fonte Nova deja un registro pocas veces visto: en el complemento Ecuador no pateó al arco, no provocó ninguna situación de riesgo y en la medida que los minutos pasaron, más allá de la natural inquietud que destila un marcador cerrado en un campeonato continental, la sensación es que nunca la victoria estuvo en discusión.
En esta Copa América de estadios desiertos, graficados en los 11.921 espectadores controlados, la selección nacional se reencuentra con la mística que la llevó a la gloria. Lo dijo Reinaldo Rueda antes del viaje: es imposible repetir la intensidad de Sudáfrica 2010 y Brasil 2014, pero en estos dos partidos se apreció un compromiso con la historia escrita por el grueso de los titulares, pero también con un entrenador que manejó la mayor crisis que vivió este plantel. Porque los temas disciplinarios entraban en el terreno de la sanción, pero la salida de Claudio Bravo apuntó a la médula de un grupo que estaba en la mira si los resultados no ayudaban.
Ante Ecuador, una vez más se instala a Charles Aránguiz como el barómetro del funcionamiento. Es tan grande el peso del puentealtino que mientras estuvo en la cancha en la eliminación frente a Brasil, Chile empataba y mantenía la estructura. Cuando salió por lesión, Rusia se convirtió en una pesadilla. Junto al volante del Bayer Leverkusen el peso de Alexis Sánchez es invaluable. Después de su peor temporada en el profesionalismo, los goles ante Japón y Ecuador ratifican su nivel internacional, a pesar de no estar en un momento lúcido y fresco.
En el balance inicial, dos goles de córner (Pulgar a los nipones y Fuenzalida a los ecuatorianos) y uno de lateral (el de Sánchez ante los ecuatorianos) entregan una faceta que parecía olvidada. En la mitad de la cancha, Erick Pulgar supo ser fino en el estreno y el mediocampista de contención que las circunstancias requerían en un cotejo áspero y decisivo como el de anoche.
Inquieta la zona derecha de la zaga. Mauricio Isla sube, es una de sus características, pero queda un espacio grande que en los dos partidos no tuvo la respuesta necesaria de Gary Medel. En la acción de la tarjeta amarilla de Gabriel Arias, se aprecia con claridad que es Guillermo Maripán, el central izquierdo, quien intenta cerrar a Romario Ibarra en la posición del zaguero derecho.
Con franqueza, nadie creía que Chile estaba en cuartos de final antes del tercer partido. El fútbol siempre gambetea.