Cuando los recursos son escasos (y siempre lo son cuando se trata de mejorar la ciudad), es necesario utilizar las inversiones públicas de tal modo que tengan un efecto virtuoso, multiplicador, intentando resolver tantos problemas simultáneos y a tan largo plazo como sea posible. Por supuesto que este propósito requiere de una cuidadosa planificación y coordinación entre diversos actores, y de la participación activa de los usuarios de aquellas inversiones; es decir, la ciudadanía. No es fácil intervenir el espacio público, y por eso debe hacerse de manera muy razonada y eficiente: se trata de esfuerzos gigantescos, montos fastuosos, obras que alteran la vida cotidiana y cuyas consecuencias perduran por generaciones.
Es el caso de la futura Línea 7 del Metro de Santiago, proyectada para aliviar la Línea 1 y también para conectar algunos extremos de la ciudad, desde Vitacura por el oriente hasta Renca por el poniente; con la interesante posibilidad además de extender la red de transporte hasta el aeropuerto de Pudahuel. El trazado de esta línea considera una estación de intercambio con las líneas 1 y 5 que actualmente se cruzan bajo la plaza Baquedano y, para horror de los vecinos y demás defensores del Parque Forestal y su entorno (declarado Zona Típica), considera la apertura de una nueva estación con sus respectivos accesos en el cabezal del propio parque, en el área comprendida entre la escultórica Fuente Alemana y la Plaza Italia, lo que implica talar numerosos árboles y modificar radicalmente el lugar. Los vecinos y el municipio se han manifestado para impedir esta localización, con excelentes argumentos además: no solo conservar intacto un paisaje de enorme valor y significación para la identidad urbana, sino evitar un absurdo que los proyectistas de Metro parecen no prever, que es la obvia saturación de tráfico peatonal que ya existe entre las esquinas de Alameda con Vicuña Mackenna y el barrio Bellavista, pasando por el cabezal del parque.
Una de las buenas alternativas planteadas por los defensores del Parque Forestal es ubicar la nueva estación al otro lado del río, en el cabezal del parque Gómez Rojas, de paso resolviendo definitivamente el destino de esa vergonzosa y decadente feria artesanal que se instaló de manera provisoria hace décadas, junto con infernales vallas publicitarias, y que hoy parece tan inamovible como la magnífica Facultad de Derecho que enfrenta. Una estación en Bellavista, además de esponjar el denso flujo peatonal desde plaza Baquedano, serviría muy bien a las instituciones educacionales de la zona y al público que abarrota el popular barrio en noches y fines de semana.