Es un axioma del fútbol: a un rival inferior es obligatorio ganarlo. Agreguemos que si es muy inferior hay que golearlo. Chile, entonces, cumplió con Japón. Hizo lo que es obligatorio, considerando que los asiáticos fueron un once muy discreto, agresivos desde la velocidad y la inocencia, aunque sin ser tan inocentes como hace 30 años. Están experimentando y el del lunes fue uno de sus conjuntos experimentales. Así es que había que golearlos.
Y Chile lo hizo, produciendo un respiro en una afición que se ubicaba en la frontera del escepticismo y ha vuelto a creer. Y con razón, pues hubo momentos del partido en que la mecánica de su juego obligó a recordar los mejores momentos de la generación excepcional que la sustenta aún. Esto, obviamente, no tiene que llevarnos a un optimismo irracional, pero ayuda al ánimo, que también juega.
La partida goleadora del bicampeón sirvió, entre otras cosas, para comprobar que la renovación se logra volviendo a los consagrados y colocando entre ellos a valores nuevos que aspiran a la misma consagración. El caso más elocuente es el de Erick Pulgar, cuyo tránsito en canchas italianas le aportó crecimiento y confianza para encumbrarlo a un lugar determinante en este partido.
Ayudó Pulgar a conformar un mediocampo que pudo producir desconfianza por la ausencia de Marcelo Díaz. Pero no se lo echó de menos porque la presencia impecable de Pulgar, sumada a un notable Charles Aránguiz, produjeron una mediacancha rendidora a gran nivel. Fueron lo medular del funcionamiento del equipo.
Lo dicho es decisivo para analizar lo realizado por el equipo, pues la elaboración de juego ha cambiado por la ausencia de Claudio Bravo, cuyo dominio con los pies y su visión general de la cancha le daban a Chile una salida clara desde el fondo. Hoy, con Gabriel Arias, ese recurso no está disponible, por mucho que el nuevo golero aporte entre los postes y dé confianza jugándose en cada acción.
Por cierto, lo que Arias aporta tiene valor, especialmente en un partido en que el limitado rival llegó hasta sus cercanías en varias oportunidades. No por fallas de Medel o Maripán o por el protagonismo ofensivo de Mauricio Isla y Jean Beausejour, sino por un déficit general de velocidad para la reconversión o de filtraciones de un par de japoneses hábiles en velocidad, lo que deberá resolverse ante rivales más experimentados.
La recuperación física y emocional de Alexis, la obediencia táctica de Arturo Vidal y el reencuentro goleador de Eduardo Vargas son todos elementos que llevan al contento popular y a la satisfacción de la crítica. Hubo cansancio en los últimos veinte minutos y los cambios demoraron en llegar, pero entonces el trabajo ya estaba hecho.
La misión estuvo cumplida y al hincha le volvió el alma al cuerpo. No es poco.