No es raro que tras la abultada victoria de la selección sobre Japón haya florecido uno de los mayores rasgos nacionales: la bipolaridad.
Claro, hace algunas horas el tema central era no si la Roja podría imponer sus términos futbolísticos en la Copa América, o si el proceso de recambio natural de la generación futbolística se estaba llevando a cabo. Lo que estaba en el centro del “debate” (así, entre comillas) era cuánto se iban a demorar en dar de baja al seleccionador y si los “históricos” que no fueron incluidos en la nómina terminarían siendo los fantasmas que ajusticiarían a un puñado de sobrevivientes y recambios forzados que, de seguro, no serían capaces de mantener en alto la brillantez competitiva.
Pero el 4-0, al menos en estas primeras horas pospartido, determinaron el giro habitual de la naturaleza criolla. Chile, que no jugaba a nada, recuperó la memoria. Medel, Isla, Aránguiz y Vargas, que rinden solo en la medida en que el colectivo es fuerte, ahora resulta que son individualmente descollantes. Alexis Sánchez, supuestamente aquejado de dolencias emocionales, ante los japoneses demostró que siempre está para cosas grandes. Arias, Pulgar y Maripán, que “entraron por la ventana” al equipo titular, parece que sí son confiables. Rueda era el que no sabía, el que no tenía idea, el que estaba extraviado. Hoy es el “profesor”. Uff.
Por cierto, que el hincha tenga estas variaciones es hasta lógico.
Lo que no puede aceptarse es que los que supuestamente tienen habilidades o, por lo menos, opciones para dar sus pareceres a través de los medios, abusen de este travestismo y/o transformismo opinático de acuerdo a los resultados.
Pongámonos serios. Y establezcamos algunos conceptos básicos para, desde ahí, tratar de elevar el nivel de la discusión.
El proceso técnico de Reinaldo Rueda empezó con un período de observación y prueba que duró 18 meses. De aquí para adelante viene su intento de consolidación de la propuesta.
La base del seleccionado en el mediano plazo será compartida entre “históricos” y “recambios” muy definidos, que serán ocupados de acuerdo a sus niveles del momento. Ni uno ni otro grupo prevalecerá, sino que deberá complementarse, porque hay una generación intermedia entera (entre los 26 y 30 años) que se perdió en el camino.
Reinaldo Rueda, por cierto, no asume los postulados de Marcelo Bielsa ni tampoco los de Jorge Sampaoli. Su ideario no tiene como eje central la presión alta y constante. Tampoco es excesivamente osado. Pero tampoco es un adalid de las teorías defensivas. La posesión la asume como instrumento y no como filosofía. Y la verticalidad la impone de acuerdo a las posibilidades y momentos. Como lo hizo Francia en el Mundial. Como lo hizo Liverpool en la Champions.
En el equipo hay desbalances en la conformación de sociedades por zona de juego. Isla-Aránguiz-Fuenzalida, por la derecha, exhiben conexión, pero llegan a ser predecibles, en tanto que por la izquierda Beausejour, Vidal y Sánchez son unos artistas a los cuales, por momentos, les falta rigor.
No es cierto que no existan indicios del surgimiento de nuevas figuras. En tanto el módulo se vaya consolidando, es posible aventurar el ingreso pausado pero constante de nombres que irán asumiendo roles. Es cierto. No hay una generación entera a la cual echar mano. Pero tampoco es que no haya nada.
Calma. Dejemos las pasiones y empecemos a pensar.