Así suelen llamar peyorativamente ("camino hoyado") a esas vías por las que anda mucha gente. Pero, por algo será que andan tanto por ahí: algo habrá; bonitas vistas, buenos hotelitos, picás...
No nos importa ir por
the beaten track . Contimás que la mayor parte de lo que se ve viajando lo pone uno de lo que lleva en la mochila. Algunos llegan a París derecho a la torre Eiffel, una de las cosas menos dignas de verse por esas partes. Y después se largan al Moulin Rouge. Con alguna otra cosita más, dan París por visto. ¿Ve, Usía, a qué nos referimos? Y en Londres van al museo de Madame Tussauds, al Millenium Wheel y a algún pub en Soho. Listo. Conocimos Londres, mi alma. Era lo que merecían ver, según su mochila.
Pero si toma, Madame, el
beaten track en, "por ser", París de Francia, se irá a caminar, pausadamente, por la Rue Saint-Honoré. Y se detendrá un rato en tal casa, donde vivió Napoleón cuando era un corso muerto de hambre, esperando la oportunidad, y donde se casó con la Josefina, que era parte de la oportunidad: cuentan que ella, acicalada, lo esperó cinco horas en el cuarto piso; llegó Napoleón corriendo escaleras arriba, dijo que "sí" antes de que le preguntaran, y se largó escaleras abajo a proseguir sus intrigas políticas que le habrían de redituar un trono.
O puede que le tinque torcer por la calle que lleva al Marché Saint-Honoré, y recorrer los diversos bistrós ahí asentados, ramoneando, quizá, por aquí una omelette y una copa de vino o, por allá, una "quichicita" y otra copa de vino.
Salirse del
beaten track , por otra parte es, al principio, entretenido, pero pronto deja de serlo. Tiempo atrás encontraron a un gaznápiro que se había salido, en los bosques occidentales de Chiloé, del sendero acostumbrado. Estuvo casi un mes perdido en la espesura, dando vueltas en círculo. Sin necesidad alguna. La hubo, en cambio, en el caso de aquel pobre conquistador que se libró de ser precipitado por el barranco en el desastre de Curalaba, donde hasta el gobernador fue a parar de cabeza al abismo: se internó en la espesura y, atinando a viajar siempre teniendo el mar a la derecha, llegó al cabo de muchas semanas, a Valdivia, en cuatro patas, flaco como quiltro, negro de mugre y agotamiento, sin voz. Claro que, con varios valdivianos, lo sanaron en un santiamén. Era que no.
Valdiviano
Ase 150 gr de charqui. Macháquelo. Desmenúcelo. Corte, de pluma, 3 cebollas. Rehóguelas en color (manteca, ajo, ají). Sal, pimienta, orégano, comino. Agregue el charqui. Viértales 2 l de caldo de carne (puede ser de cubo). Cueza ½ hora. Al final, espese con puré hecho con 1 taza de zapallo cocido y 1 marraqueta remojada en leche. Agregue jugo de naranjas ácidas. Caliente. Agregue 1 huevo pochado por plato. Especial para días lluviosos.