La selección de Chile, como otras de su especie, viaja con un par de profesionales de la tijera que son de oficio barbero y peluquero, para un trabajo de naturaleza ardua, puntillosa y delicada, pero tan necesario como la labor del cuerpo técnico o más, acaso.
Un mohicano abanicado del tipo Arturo Vidal, no es fácil, y para eso cuánta cosa, Dios mío: fijador, laca, navajas y navajillas y vaya a dejar el estilista algún tajito o molestia, porque eso le cuesta reto y a lo mejor el puesto. Y los jugadores lo ponen difícil porque saben del tema y no quieren un
deathawk ni tampoco un
crosshawk, sino un mohicano con lo mejor de un estilo y lo mejor del otro.
No queremos, por supuesto, que la selección se despeine a última hora, y tampoco que a Reinaldo Rueda se le desordenen los bucles, porque durante su permanencia ya hubo demasiado mechoneo en vano, con eso de los miniciclos, las teorías y ahora los síndromes, donde lo increíble, pero cierto, fue su análisis futbolístico de Japón por razones culturales y geográficas tan elementales como que el país es de Oriente y los jugadores, por tanto, orientales.
Una explicación que se tolera por dos características muy chilenas: nos crecen pelos en la lengua y tenemos varios pelos de tonto.
Así que estamos frente a la Copa América 2019, con poco pelo, pero esperamos que vayamos bien peinados, y para eso, lo único seguro, son los artesanos que acompañan a los seleccionados y les solucionan no la vida, por supuesto, pero si el pelo y la barba, porque eso es lo otro: tipo candado, picaporte, bohemia, perfilada o Borgia.
Con maquinilla, después la higiene, el aireado y un gota de cera aromatizada sin alcohol, para que el japonés en la cancha —alguno teñido de rubio solar— sienta el perfume del rival.
¿Cortes de pelo?
Los que quieran. Con tijeras microdentadas y de entresaca, peine oblongo, cepillo térmico y tijerillas plásticas. Con navajas acondicionadores de filo amable y europeo, por supuesto. Con pistolas de spray con pulsador para graduar la humedad en esas mechas que en la niñez fueron pelo duro y de clavo. Tinturas también hay: cobrizo, negro azabache y elegante,
sunlights y perdónenme, por favor no me malinterpreten, pero también le llevamos un aerosol con camuflaje de canas.
No queremos salvarnos por los pelos, aunque Japón sea de Oriente.
Tampoco ser una selección de medio pelo, aunque era nuestro corte clásico en el pasado remoto, porque solo con San Marcelo Bielsa nos creció el pelo y después vinieron los cortes, el desgaste, el cansancio de las raíces y la caída natural.
¿Qué es lo que queda de ese pelo natural tan bien peinado?
Algo que ordenado, calculado y puesto en su sitio, igual pasa y no se nota: un bisoñé.