Tito Rojas (Luciano González), un niño de 12 años que vive en una población de Recoleta, está al parecer especialmente dotado para el fútbol. Su vida de pobreza y talento tiene —según esta película— un cierto paralelismo con la que tuvo Alexis Sánchez en su ya mítica Tocopilla. Tal similitud resulta reforzada porque cierto día, huyendo de los guardias del complejo Juan Pinto Durán, se cobija en la maleta del jugador y de ese modo llega a conocerlo.
Este accidente detona el verdadero conflicto de Tito, que es la obsesión de su padre, Héctor (Daniel Muñoz), desempleado y frustrado exjugador de Colo Colo, por convertirlo en una estrella del fútbol. El niño, más cerca de las intuiciones de su madre, quiere continuar estudiando y seguir un rumbo que tal vez lo convierta en un profesional. El levantisco Héctor está dispuesto a presionar a Alexis Sánchez para que su hijo tenga una oportunidad en los grandes clubes, sin conciencia de que su lucha más dura se libra en su propio hogar.
El relato sigue la lógica de un cuento infantil, subrayada por el recurso a soluciones visuales del cómic. Pero es un cuento singularmente dislocado, porque quien sostiene la idea mágica de que Tito puede ser otro Alexis es la propia película, antes que cualquier personaje. El padre, que es el antagonista, solo puede ser acusado de seguir la asociación que primero desarrolla el relato, con sus regresos a una Tocopilla estilizada (“20 años atrás”) en la que Alexis cultivó una destreza que lo catapultaría desde la pobreza a la riqueza. El padre es una víctima del delirio de los narradores.
De esta confusión irremontable nace la cadena de incongruencias de la película, cuyos ejes son dos discursos de Alexis: uno para defenderse y otro para dar lecciones de paternidad. No hay película que se pueda erigir sobre estas premisas, ni siquiera con los propósitos comerciales que esta cinta vuelve ostentosos en su despliegue de
placement.
Nos hemos librado de una llorosa
biopic sobre el ídolo que nace desde abajo, pero hemos caído en un cuento lloroso sobre niños, mujeres y hombres que viven llorosamente de una ilusión con cara de moraleja. El fútbol-populismo, síndrome frecuente del cine sobre deporte, habrá alcanzado pocas veces este nivel de demagogia con la infancia.
Alejandro Fernández Almendras es dueño de un cine respetable, construido sobre el respeto hacia la pobreza, un realismo físico, de los márgenes, que ennoblece a
Huacho y Sentados frente al fuego.
Mi amigo Alexis es una película para olvidar y, dentro de esa filmografía, para enterrar lo más rápido posible.
Dirección: Alejandro Fernández Almendras.
Con: Luciano González, Daniel Muñoz, Manuela Oyarzún, Marco Baeza, Alexis Sánchez.
100 minutos.