Como antes, quizás más que antes, “Plata quemada” —el opus 5 del colectivo Teatro Cinema— asombra visualmente con la creatividad y perfección de sus hallazgos formales en la línea de trabajo a que se dedica, la fusión de teatro, cine e historieta, la cual le ha dado repercusión internacional. Una propuesta que ha llegado a dominar con maestría inédita.
Igual que en “Historia de amor”, de 2013, los líderes del grupo, Juan Carlos Zagal y Laura Pizarro, se abstienen de actuar para controlar el conjunto de la autoría desde fuera del escenario, en tanto su estilo se acerca más a la gramática del cómic que a la del cine (aunque en varios pasajes el relato se interrumpe sugiriendo que lo que vemos es una filmación). De nuevo parten de una obra literaria, la novela homónima del argentino Ricardo Piglia, considerada por la crítica una de las mejores en lengua castellana de los últimos 25 años (una encuesta le dio el puesto 47 entre 100), y que tuvo una elogiada versión cinematográfica en 2000, a tres años de su publicación.
En 110 minutos da cuenta de la historia policial basada en un atraco real ocurrido en 1965, sobre un millonario robo a un banco de la provincia de Buenos Aires perpetrado por una banda de cuatro avezados asaltantes con la anuencia cómplice de la policía y políticos locales. Los hampones, dos ellos sosteniendo una relación homosexual estable, huyeron a Montevideo donde la policía uruguaya pronto los detectó y cercó en un sangriento tiroteo que duró más de 15 horas. Es un relato sin esperanza, de machos bravos en un mundo violento con sus leyes.
Aquí, TC abre la caja con el lugar de acción entre dos pantallas para simular una proyección de cine, que usó hasta ahora. El escenario queda libre con un solo telón atrás en el cual se proyectan animaciones digitales que sirven como cambiantes escenografías móviles. De lo que resulta una propuesta más teatral, con los cuatro actores —que encarnan los ladrones y además a otros personajes secundarios— ejecutando en primer plano una exacta y minuciosa coreografía a la manera de un mecanismo de precisión, que acompaña los movimientos de la imagen en panorámicas de cine, mientras emiten ruidos onomatopéyicos propios del cómic. La entrega deslumbra por la inventiva y variedad de sus recursos, y además puesto que TC nunca antes mostró un engranaje de tanta cohesión y vertiginosa velocidad.
Agreguemos que Zagal estuvo especialmente inspirado al componer una música incidental que marca el ritmo energético de la acción.
Pero no todo está tan bien. Como ya ha sucedido, por más seducción visual que provea, el montaje hace seguir el relato sin ningún compromiso emocional. Alcanza momentos enervantes o poéticos, destacando las escenas de tensión erótica masculina y el encuentro con Giselle, pero el total deja frío. Lo que se puede atribuir a los quiebres de la ficción, pero sobre todo al torrentoso libreto con que los personajes se relatan a sí mismos, contando lo que hacen y sienten. Son extensas parrafadas de la novela que suenan literarias y nada de dramáticas. Como que la dramaturgia olvidó que el cómic implica síntesis de la imagen y también del texto. La entrega merece cortes, empezando por la desmesurada secuencia de remate que estira el clímax por más de 20 minutos sin llegar a su fin. Por lo demás, ha sido una constante del grupo el comprimir sus obras luego del estreno.
Teatro Aldea del Encuentro. Miércoles a sábado a las 20:30 horas. Domingo, a las 19:00 horas. Hasta el 28 de julio.