Platón, un sabio que nació en 427 a. C., casi seguro, y murió en 347 a. C., aunque podría ser a comienzos del 348. Todos leímos su obra:
La República,
Diálogos socráticos o
El banquete, por mencionar lo más conocido. Lo menos conocido es una brevísima advertencia a los alumnos de su Academia. Un texto que con el paso del tiempo adquirió importancia.
“Ya le dije a Tresíbulo de Leonte y a Calícrates de Siracusa lo mismo que ahora repito al curso: ¡córtenla con los superhéroes, dioses y semidioses! ¡Hasta cuándo! Por favor, lo nuestro es el reino del espíritu y las ideas complejas que son la base de la razón humana. El único que parece entenderlo así es Aristóteles, pero el resto se lo pasa pensando en el Olimpo y preocupado de tonterías como el poder de Zeus o si el dichoso Heracles posee tanta fuerza como dicen o si Hades va a traicionar a Apolo. Aristo, te pido me traigas una jarrita de vino, pero dulce, para pasar este mal rato, porque tomen en cuenta de una vez por todas que ustedes jóvenes van a ser la sal de la Tierra. Me gusta la frase, ¿la habré leído en algún infolio extranjero o se me habrá ocurrido a mí?”.
Aristóteles: “Se le acaba de ocurrir, maestro”.
“Hay tres vasijas, escoge la derecha que es un rosado de Esmirna, llegó delicioso, y lo necesito porque parece mentira, pero los cíclopes no existen, tampoco los titanes, menos el Olimpo. No se metan más fantasías torpes en unas mentes que creo reflexivas y sensibles y por eso les pido sin cansancio que lean de filosofía e historia, y se alejen del ditirambo, el exceso y la poesía.
Lo otro, y esto entre paréntesis, verano, sol de castigo y no está de más un taparrabos de algodón o una túnica ligera. A ti te hablo, Pitaco de Mitilene, y a ti, Cleóbulo de Lindos, porque Lindos y Mitilene están distantes de la Academia y llegan a lomo de bestia o sobre botes de pescadores y todo se impregna, así que de ahora en adelante es obligatorio el uso de alguna vestimenta que retenga el avance de aromas pesados, ácidos y espesos. Una cosa es el culto al cuerpo humano y otra es la realidad: ¡nadie se saca las sandalias dentro de la sala de clases!
Lo que importa: sáquense de la cabeza el invento del Olimpo y el revoltijo de amoríos y poderíos. ¿Qué importa si Poseidón muere de amor o ahogado? ¿Qué cosa más insignificante que los poderes de Venus? ¿O asombrarse porque el pesado de Hades tiene un lado oscuro? Los minotauros no existen. ¡Tampoco los dragones! Desprecien las creencias elementales y vulgares que no le hablan a la mente y al corazón, sino al estómago e intestinos. No sé cómo han caído tan bajo en sus preocupaciones espirituales e intelectuales. La verdad no me lo explico”.
Aristóteles: “Yo tampoco, maestro”.
“Aristo, vasija de la izquierda, un tinto de Esparta. Gracias. La juventud del futuro, queridos alumnos, y por eso ustedes y las enseñanzas de la Academia, se instruirá con la filosofía y se cultivará con la filosofía de las ideas, pero jamás con cuentos de superhéroes, historias de dioses y patrañas de semidioses. Me cansé”.
Aristóteles: “¿Vasija del centro, para terminar?”
“Medio vasito”.