El triunfo de Colo Colo el sábado, ante Audax Italiano (3-0), planteó de nuevo un par de disyuntivas que se vienen repitiendo desde que asumió Mario Salas como entrenador. Uno, de qué depende que los albos puedan imponer su módulo de juego y no solo reaccionar ante resultados adversos. Dos, cuánto pesa en la dinámica la presencia o ausencia de Jorge Valdivia y de Esteban Paredes.
Complejo, pero, por cierto, hay respuestas. No decisivas ni definitivas, pero sí claras cuando el torneo casi llega a la mitad.
En lo primero, parece claro que Mario Salas quisiera que su equipo tuviese la capacidad de expresar su ideario futbolístico a contar del minuto uno, pero, a la vez, denota claramente que sabe que eso hoy es prácticamente imposible. Y es que para que Colo Colo —y, por extensión, cualquier equipo que dirija Salas— logre imponer desde el comienzo sus convicciones ofensivas, debe tener claro cómo solucionar el viejo tema de las conexiones en la fase de reconversión. Es decir, cómo responden y reaccionan sus dirigidos en el momento en que pierden la posesión de la pelota y el rival se decide a jugarles el mano a mano, en velocidad y en contraataque.
Salas se ha demorado en dar en el clavo en dicha disyuntiva por dos hechos esenciales: no ha podido establecer un tridente que pueda anticipar a los rivales (hay lentitud en los zagueros centrales y demasiado espacio para cubrir en la zona del volante central), y el regreso de los laterales es poco asistido por los extremos y por quien actúa como mediocampista más libre o mixto.
Por eso, en los primeros 45 minutos de la mayoría de sus partidos, más que tratar de imponer un ideario, Colo Colo intenta tomarle la mano a las propuestas del rival y busca las armas como para contrarrestarlo. Es un ente reactivo y no activo. Y eso puede ser decisivo, como lo dejó en claro la UC cuando fue al Monumental, o cuando Unión La Calera vapuleó futbolísticamente a los albos en el “Nicolás Chahuán”. Colo Colo no solo no pudo contrarrestar la propuesta del rival, sino que solo reaccionó emotivamente al verse plenamente superado.
Claro, Salas sabe eso y por eso hoy trabaja, y también valora —como lo hizo el sábado— cuando su equipo muestra cierta fortaleza defensiva. Teniendo eso trabajado, entonces ahora viene lo que se le exige (y lo que él ofertó): intensidad, riesgo, polenta ofensiva.
Veremos.
Pero ello, ¿es con Valdivia y Paredes? ¿O solo sin ellos?
Aunque sea extraño de entender, la verdad es que es irrelevante una u otra opción para el modelo que quiere instaurar Salas.
Colo Colo puede ser muy intenso y ofensivo con ambos en la cancha y recatado y temeroso sin ellos. No es lo importante.
Lo fundamental es que el entramado ofensivo se expanda sin los temores que ha exhibido, para desde ahí valorar la importancia individual de los hombres que forman la vanguardia alba.
No es verdad que Costa y Mouche bajen la velocidad según sean los compañeros de ofensiva. Lo que sí es cierto es que ambos tienden a relativizar sus riesgos conforme sienten respaldo del entramado.
Alcanzar la justa medida, el equilibrio que maldicen los dogmáticos de la intensidad, es la misión de Colo Colo. Tranquilos. Mario Salas parece saberlo…