En algún poemastro o algún aberrante himno hemos leído dicha expresión, harto estúpida, porque lo propio de peregrinar es ir a un lugar determinado (Roma o, dicho sea con perdón, Andacollo, o la Vega chica, lugar de peregrinaje semanal de “amas de casa” que gastan en transporte lo que ahorran en lechugas). Pero esto de “peregrino errante”, que no sabe si va para allá o para acá, no tiene sentido alguno.
Lo que es nosotros, cuando salimos de viaje, sabemos adónde vamos, cuándo vamos a llegar, qué nos espera a la llegada, cuánto tiempo estaremos allí, cuánto va a costar, qué vamos a ver, qué no (hoy la cultura consiste en saber qué no ver, qué no leer, qué no escuchar: hay tanta necedad en esto, siendo la mayor de todas creer que “todo” hay que verlo, “todo” hay que leerlo, etc.). Rara vez surge algo que valga la pena. Pero, me dirá, encantadora Madame, “¡qué aburrimiento el suyo!”.
Nequaquam. Hay cosas cuya contemplación no aburre. Recuerdos que no se agotan. Ideas insondables, sin fondo. De ésas dénme. Y quédense con el armar maletas, desarmar maletas; reservar asientos; caminar kilómetros de aeropuertos; subir; bajar; volver a subir por donde había que haberlo hecho la vez anterior; estar atento a los cambios de puerta de embarque. “
Oh Gawd!...”
Pasa lo mismo con la música: si Usía es amante de Mozart o de Bach, entréguese a oírlos, mientras pueda, sin tasa ni medida. No ceda a horrísonas sugerencias de oír a Boulez, tan horrísono como aquéllas. Délo por oído y sanseacabó. Y se ahorrará horas y horas de aprendizaje atroz e infructífero.
En materia de cocina ocurre lo mismo que en el turismo. No busque “más”, sino “mejor”. No novedades, sino perfecciones. Si le gusta la sopita de vieja, aténgase a ella y no se exponga a las delirantes creaciones de algún petimetre que aspira a la gloria universal apoyado en Adrián Ferrá, o Ferrán Adriá, o como quiera que se llame el catalán aquel, cuya obra más encomiable fue haber cerrado el comedero, al que fueron a epatarse tantos “
bourgeois gentilhommes”. No novedades, sino perfecciones. Así funcionó el arte clásico, educando el ojo y el alma de cien o ciento diez generaciones humanas.
Lo que es nosotros, andamos buscando la tostada perfecta, el huevo frito perfecto, las papas con arroz perfectas. Mire, vea: aquí va la receta para que la practique, hasta que alcance la perfección.
Papas con arrozCorte 6 papas en cubos no muy grandes. Haga lo mismo con 2 zanahorias. Pique finamente 1 cebolla. Rehóguela en 2 cdas de mantequilla. Agregue las hortalizas. Siga rehogando unos minutos. Añada 200 gr de arroz grano corto, 1 cdta de ají color, sal, pimienta, ramo de verduras (perejil, apio). Luego, 3 tazas de agua. Cueza lentamente. Cuando el arroz esté listo, añada 1 taza de leche cremosa y 1 cda de mantequilla. Revuelva, cocine 2 minutos, sirva.