Este es el texto desde donde fue tomado el lema de la visita del Papa Francisco a Chile: “Mi paz les doy”.
Casi año y medio después de esta determinante visita, pareciera, para muchos, que esta no cumplió con las expectativas, y que lejos de recibir la tan esperada paz, hemos estado experimentando un tiempo de tormento y de inquietud extrema en nuestra Iglesia chilena. Es bueno mirar esto con mayor detención.
Tal vez las expectativas en la Iglesia respecto a lo que traería la visita, iban en la línea de la confirmación de lo que se estaba realizando. A pesar de que el ambiente vivido en las celebraciones fue muy religioso, en algunos casos masivo y en otros con bastante menos participación de la esperada, y de que los mensajes del Santo Padre fueron muy contundentes, quedamos con sentimientos encontrados y que nos cuestan esclarecer: ¿Era lo que esperábamos? ¿Trajo frutos importantes?
Si analizamos lo vivido en el marco del lema “Mi paz les doy” y, como sigue el texto de San Juan, “no como la da el mundo”, nos damos cuenta de que como Iglesia chilena nos habíamos acomodado a una cierta estabilidad “como la da el mundo”, pero no vivíamos en verdadera paz.
Había un tema no resuelto, pues no se había dimensionado la magnitud del conflicto. A pesar de que había voces claras que pedían ser oídas, seguíamos adelante sin escuchar de verdad. Creíamos vivir en paz, pero no vivíamos en la verdad; no era la verdadera paz que ofrece Cristo. Es que no se puede vivir en paz, mientras haya algunos que han sido víctimas en la Iglesia y sufran.
Es más, su sufrimiento debe ser también el nuestro. Si miembros de la Iglesia, especialmente quienes han sido víctimas, no viven en la paz, la Iglesia no puede avanzar.
Sucedió que con la visita del Papa, la Iglesia chilena se vio obligada a frenar, a mirarse en la verdad, y a darse cuenta de que debe detenerse y encontrarse con quienes han quedado heridos en el camino, pues debemos caminar juntos.
La visita nos hizo entrar en profunda crisis eclesial. Desde ahí han surgido encuentros de escucha, reflexión, conversión y se comienzan a conocer caminos de reparación. Aunque sin duda falta mucho todavía por recorrer, pareciera que recién se empiezan a dar las condiciones para que la paz pueda llegar a quienes han dado una lucha perseverante por ser escuchados y considerados en su dolor. Los tiempos deben estar determinados por las víctimas. La verdad y la justicia la debemos descubrir y vivir todos. Sin este importante paso, no podemos pensar en la verdadera paz de la Iglesia.
“Mi paz les doy” podría ser un importante fruto de la visita del Papa Francisco a Chile pensando en el camino nuevo que la Iglesia debe recorrer respecto a los abusos, la transparencia, la acogida y la renovación.
Insisto que todavía falta mucho, y que ni siquiera sabemos con claridad qué significa este camino. Pero hay nuevos estándares que se deben ir asentando en nuestra forma de ser Iglesia. Tal vez, sin saberlo nosotros, este lema el Señor lo tenía preparado para las mismas víctimas. No solo ha significado una luz de esperanza para ellos, sino que lo ha sido para toda la Iglesia, la chilena y la universal, donde el tema es también prioritario.
Incluso, se podría decir que lo ha sido para el mismo Papa Francisco quien, después de esta trascendente visita a Chile, ha comenzado un segundo tiempo en su pontificado.
“
Jesús le contestó: ‘(...) Os dejo la paz, mi paz os doy. Una paz que no es la que el mundo da. No viváis angustiados ni tengáis miedo.Ya habéis oído lo que os he dicho: Me voy, pero volveré a estar con vosotros'”.
(Jn. 14, 27-28)