Hacia fines de abril, la economía y los mercados financieros mundiales mostraban señales auspiciosas. En la parte económica, y después de un débil cierre del 2018, el primer trimestre del 2019, Estados Unidos creció un 3,2% anualizado; la Zona Euro, un sorprendente 1,5%; Japón, un inesperado 2,1%, y China, un 6,7%. En paralelo, los mercados accionarios se habían recuperado con fuerza de su caída del cuarto trimestre del 2018.
Detrás de estas mejoras estuvieron varios factores. Primero, el cambio de tono de los bancos centrales de los principales países avanzados de comienzos de año que, como reacción a la desaceleración económica y a la baja inflación, anunciaron que mantendrían tasas bajas por más tiempo. Incluso la Fed fue más allá, comunicando en marzo que la tasa de política ya se encontraría en torno a la tasa neutral, retirando el sesgo al alza de dicha tasa. Segundo, el alivio de las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China, dadas las señales de que las negociaciones estaban progresando bien. Tercero, el importante repunte de la actividad económica de China, que dio cuenta de que los estímulos fiscales y crediticios estaban mostrando su efectividad.
Este auspicioso primer tercio del año se vio interrumpido por el tuit del Presidente Trump del 3 de mayo pasado, en el cual anunciaba que las negociaciones se habían deteriorado porque China se había retractado de cumplir con condiciones ya acordadas. Después de algunos tuits confusos, el 10 de mayo, Trump anunció que se haría efectiva el alza de aranceles del 10% al 25% a US$ 200.000 millones de importaciones que se había anunciado en diciembre de 2018, pero que se había suspendido mientras se avanzaba en las negociaciones. Al mismo tiempo, anunció que había ordenado preparar los estudios para imponer también un arancel del 25% al resto de las importaciones desde China (otros 325.000 millones de dólares).
Esto escaló la amenaza proteccionista de Trump, iniciada con su abandono del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) a comienzos del 2017, y reforzó su intención de reducir el desbalance comercial de Estados Unidos —un problema macroeconómico de exceso de gasto interno—, disminuyendo su déficit comercial con China, mediante aranceles a las importaciones originadas en este país, algo que no tiene ninguna lógica económica. Además, ahora el abanico de acusaciones de Trump contra China se ha extendido mucho más allá del desbalance comercial, incluyendo temas de propiedad intelectual, transferencia forzosa de tecnología, liderazgo en las nuevas tecnologías, competencia estratégica, ciberseguridad, seguridad nacional y restricciones al acceso a insumos y tecnologías a la empresa de equipos de telecomunicaciones china Huawei y la amenaza de extenderlas a otras empresas tecnológicas de videovigilancia.
El aumento de las tensiones con China ha resultado en una baja en los precios de las acciones, una fuga hacia activos de calidad y un aumento de la volatilidad de precios de activos financieros. Mucho se especula sobre qué factores pueden haber llevado al cambio tan abrupto en el tono de las negociaciones. De una parte, se afirma que las buenas cifras económicas recientes de Estados Unidos y la recuperación del mercado accionario llevaron a Trump a intensificar la presión sobre China para lograr un mejor acuerdo para reducir su desbalance comercial. En esta interpretación, la postura del Presidente Trump sería parte de su estrategia de negociación. De otra parte, se especula que cuando el documento con el progreso de las negociaciones buscó la aprobación del Presidente Xi Jinping, él habría objetado la demanda de los negociadores americanos de que parte de los acuerdos se formalizaran en cambios legales.
Pero las diferencias entre Estados Unidos y China son cada vez más profundas, como dicen algunos. Es el típico conflicto entre la pérdida de poder del incumbente (Estados Unidos, en este caso) y la amenaza del desafiante (China). Esta disputa preocupa al resto del mundo, por el temor de que se transforme en otra guerra fría y debilite aún más el orden económico mundial.
Dada la agudización de las tensiones comerciales, que era uno de los factores de riesgo en las perspectivas de crecimiento mundial, no es sorprendente que en las últimas semanas hayan comenzado a aparecer nuevas estimaciones sobre sus potenciales efectos en los países involucrados y en el crecimiento mundial. Estas estimaciones tienen un alto grado de incertidumbre, porque es muy difícil cuantificar tanto el progreso del conflicto, como sus efectos en la confianza de empresarios y consumidores, en la incertidumbre y, en último término, en la inversión y el crecimiento. Además, es necesario tomar en cuenta también el tipo de reacciones de las políticas macroeconómicas para amortiguar sus efectos.
Hasta ahora, esta guerra incluye las alzas de aranceles efectuadas y bajo estudio por los Estados Unidos, y las represalias de alzas equivalentes a US$ 60.000 millones de importaciones desde EE.UU. que anunció China. Pero el proteccionismo de Estados Unidos va más allá de China, dado que también ha amenazado con imponer un arancel del 25% a las importaciones de autos y partes de la UE y Japón para “proteger la seguridad nacional” y un arancel, de un nivel a determinarse, a las importaciones de aviones Airbus. Si este fuese el caso, la UE ha anunciado que tomaría represalias equivalentes.
Entre las estimaciones de los efectos de esta escalada de aranceles, un estudio de Oxford Economics estima que, de materializarse todos los aumentos de aranceles anunciados por Trump y las represalias anunciadas por China, el impacto sería de 0,5 puntos porcentuales del PIB en Estados Unidos; de 1,3 puntos porcentuales del PIB en China, y de 0,5 puntos porcentuales del PIB en la economía mundial. El FMI estima que el escalamiento de la guerra comercial resultaría en una pérdida de 0,6 puntos porcentuales en el PIB de Estados Unidos y de 1,5 puntos porcentuales en el de China. Algunos estudios estiman efectos más reducidos (Citi, JP Morgan y OCDE, entre otros) y otros, consecuencias más pronunciados que podrían llevar incluso a una recesión en Estados Unidos y en el mundo (Morgan Stanley).
Cifras recientes de comercio global y de gastos de capital de las empresas muestran que los efectos de la guerra comercial ya se estarían haciendo sentir. Con respecto a los efectos en Estados Unidos y China de las alzas de aranceles ya efectuadas, varios estudios muestran que contrario a lo sostenido por Trump, su costo lo están pagando principalmente los consumidores y las empresas americanas y no los productores chinos (Amiti, Redding y Weinstein, 2019 y FMI, 2019)
Como este proceso está en pleno desarrollo, es importante identificar hitos a monitorear en la guerra comercial. Estos son: 1 de junio, cuando las represalias de China se harían efectivas; fines de junio, la reunión de Trump y Xi Jinping en Japón, con motivo de la reunión del G20; próximos dos a tres meses, implementación por parte de Estados Unidos del alza de aranceles a otros US$ 320.000 millones de importaciones chinas; 14 de noviembre, fecha límite fijada por Estados Unidos para imponer aranceles a las importaciones de autos y partes de la UE y de Japón.
Dada la magnitud de los efectos que podría tener el mantenimiento en el tiempo del alza de los aranceles, y que el Presidente Trump desea ser reelegido el próximo año, es probable que se llegue a un acuerdo comercial parcial en los próximos meses, lo que acotaría sus efectos negativos en el crecimiento de las partes involucradas y de la economía mundial, pero la incertidumbre continuaría, porque las diferencias son ahora mucho más profundas.
Con todo, no hay duda de que, con la postura nacionalista y proteccionista de Estados Unidos y sus tensiones con China y la UE, los avances de la globalización de los últimos 25 años van a ser una cosa del pasado, y el mundo tiene que prepararse para un entorno externo menos dinámico y más incierto. Esto obliga a los países emergentes, y a Chile en particular, que se ve afectado por el fuego cruzado entre las principales potencias mundiales —y que incluye al mayor mercado de destino para sus exportaciones—, a preocuparse de cómo navegar y crecer en este nuevo mundo. Parte de la respuesta tiene que ser perfeccionar sus acuerdos comerciales, aprobar el TPP11, contribuir a fortalecer la OMC y APEC, y acelerar reformas internas que favorezcan el crecimiento inclusivo. Lamentablemente, en nuestro país se ha hecho cada vez más difícil avanzar en este último tipo de reformas. A esto ya me referí en mi columna anterior.