Aunque muchas veces se quiera olvidar la historia, siempre quedan vestigios. Y la cocina es una de las mejores formas de comprobarlo. En Polonia, un país en el que la feroz dominación soviética terminó recién en los 90, todo trata de olvidarla.
Sin embargo, aún subsisten en Varsovia “los bares de leche”, creados por los rusos en la época de escasez. Son una especie de comedores populares, muy baratos y apreciados incluso por los turistas. Con una decoración casi inexistente, en la que no faltan horrorosos detallitos plásticos, son atendidos por vetustas señoras que cobran y sirven. La cocina es tradicional, como la comida de la abuelita, con una ventana desde donde retirar el pedido. Se sirve acompañada de un jugo de compota y no hay sal ni pan ni nada de nada. Pero sí mucha calidad y sencillez en sus preparaciones, por las que se cobran escasas monedas, ya que el Estado sigue subvencionando los productos y paga los sueldos de las poco amables señoras. Un detalle que no se dice.
Y en Santiago, otra joyita. Con apenas siete mesas, frente a la Clínica Santa María, un japonés auténtico, con trayectoria destacada en otros establecimientos, abrió hace pocos años, junto a su hija, un merendero al más puro estilo de su tierra: Domkame Yoko. Con pocos adornos, la atención es rápida y amable. Platos que poco se ven en otros lugares y que corresponden a la más clásica cocina nipona. Como el sabroso
tendon, unos camarones ecuatorianos en tempura, sumergidos en salsa agridulce acompañados de un medallón de berro servidos sobre cama de arroz blanco. Increíble. O el
mabo doufu, estofado de tofu con carne de cerdo y cebollín. Y, obvio, hay
ramen, esa contundente sopa levanta muertos. ¡Hay que conocerlo!
Domkame YokoDirección: Bellavista 0376
Reservas: 227044945
Precio por persona: $10.000
Cerrado los domingos.