El año pasado, la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos incorporó a su nómina de películas dignas de ser preservadas una cinta de 1955 titulada
Bad day at black rock (conocida en Chile como
Conspiración de silencio), dirigida por John Sturges. En ese “mal día”, el tren se detiene por primera vez en el pueblo de Black Rock para dejar a un veterano de la Segunda Guerra Mundial. El pueblo entero se enerva con la llegada y cuando el forastero pregunta por un ciudadano japonés-americano, se desata una frenética carrera para evitar que llegue a saber lo que en verdad le pasó a aquel ciudadano durante los años tremendos de la sicosis antijaponesa.
No hay ninguna alusión expresa a
Bad day at black rock en la película húngara
1945, ni tampoco evidencia de que haya podido ser una referencia indirecta. Pero…
Todo ocurre en un solo día. Es el viernes 12 de agosto de 1945. A las 11 de la mañana, la radio da las últimas noticias de la guerra: la Unión Soviética ha entrado a Manchuria para expulsar a los ocupantes japoneses y Estados Unidos ha lanzado su segunda bomba atómica, ahora sobre Nagasaki. La rendición es inminente.
En el pequeño pueblo húngaro donde ocurre la historia no hay noticias tan grandes. Solo circula una patrulla de impertinentes soldados rusos, se escucha propaganda electoral y en la tarde se casará el hijo del alcalde, también dueño de la farmacia y mandamás local. Pero algo ocurre en este día: el tren deja a dos judíos ortodoxos con dos baúles.
El pueblo pierde su calma. ¿A qué vienen? ¿Por qué están aquí? ¿Qué traen en los baúles? ¿Han llegado en nombre de los Pollak? ¿Y quiénes son los Pollak, qué ha pasado con ellos? ¿Cuál fue su destino durante la ocupación nazi? El guardia de la estación se apura para avisar al alcalde, que deja los ajetreos de la boda para avisar a otros, y de pronto hay hombres y mujeres que beben muy deprisa, mientras otros ocultan objetos o acuden al cura. A medida que los dos judíos se acercan detrás de una lenta carreta, la vida pueblerina se quebranta sin que todavía se conozca su propósito.
El director Ferenc Török, uno de los más prestigiosos del cine húngaro de los 2000, filma esta historia de secretos colectivos en un estilizado blanco y negro, con un ritmo parsimonioso que pronto se vuelve eruptivo, según la lógica de una tragedia que va estallando en sus puntos vulnerables con diversa intensidad. La política ocupa el velado lugar que conviene cuando la moral toma la preeminencia. Una película decente, en suma.
Si por alguna razón es pertinente traer a cuento
Bad day at black rock, es solo por lo que el cine tiene a veces de involuntario testimonio social. Mientras el cine de la torpe democracia norteamericana demoró diez años en sacar a pasear los monstruos domésticos de la guerra, al húngaro, con medio siglo de épica soviética de por medio, le tomó más de 70.
1945Dirección: Ferenc Török.
Con: Péter Rudolf, Eszter Nagy-Kálózy, Bence Tasnádi.
91 minutos.