Escribo esta columna el viernes 17 de mayo, sin saber el desenlace del “clásico” entre la “U” y Colo Colo. Desde aquí, desde el pasado, se dice que en este “clásico” puede ocurrir de todo, dado el clima “maníaco-depresivo” que se vive: podría haber goleadas, desbordes, suspensión del partido. Pero yo lo único que quiero es que el partido se juegue.
Me pasa lo mismo con la política. Sé lo difícil que será la tramitación de la Reforma Previsional que propuso el Gobierno. Pero lo único que quiero es que el partido se juegue. Y por eso me pareció bien que se aprobara el jueves la idea de legislar en la Cámara de Diputados. Fue el pitazo inicial.
Lo único es que no entendí lo del “ente”.
La DC y el PR pusieron como condición, para votar a favor, que el aumento en un 4% de la cotización previsional fuese administrado por un “ente” distinto a las AFP. Y entonces escuché al ministro de Hacienda comprometerse a que “un ‘ente' público nuevo y único se haga cargo de este 4% adicional”.
Se votó y el Gobierno ganó bien.
Pero al rato comenzaron las dudas sobre el “ente”. ¿Qué significa que el “ente” se “hará cargo” de la cotización extra? ¿Hacerse cargo es lo mismo que administrar? ¿Y podría uno preferir que el 4% de uno lo administrara su AFP en vez del “ente”? ¿El “ente” cobra? ¿Caro o barato? ¿Quién nombrará a los funcionarios del “ente”? ¿Los políticos? ¿Qué hará el “ente” con mi 4%? ¿Sabrá cuidarlo?
Indagué con personas del Gobierno sobre cómo había que entender el “ente”.
Un personero de La Moneda me dijo que antes de delimitar con precisión las facultades y herramientas del “ente” había que definir muy bien qué era exactamente y para qué existía.
Y se fue de tesis: “El ‘ente' del que hablamos no es un concepto filosófico, que nos remitiría a algo que es, que existe o que puede existir. Aquí hablamos de algo concreto, que si bien trasciende lo material, tiene propiedades que le son propias. Un ‘ente' puede ser una puerta, un auto, pero también la raíz cuadrada de 20 o la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU. ¿Se entiende?”.
—“Obvio”, respondí yo, para mostrarme inteligente. Pero pedí más detalles. “¿El ‘ente' será estatal, gubernamental, público, fiscal? ¿Todas las anteriores, solo a y c, ninguna de las anteriores? ¿Será el ‘ente' algo así como el ‘anticristo' de las AFP, que vendrá al mundo a destruirlas para instalar en Chile un sistema de reparto? ¿Es el ‘ente' la reencarnación breve de la retroexcavadora?”
—“Obvio que no, pues”, me respondieron. Y agregaron: “entendemos la ansiedad de algunas personas por tratar de materializar al ‘ente'. Comprendemos que para la mayoría de las personas la existencia de algo se comprueba mediante la percepción sensorial, de los sentidos. Pero, ya que hablamos de los sentidos, ojo; si hablamos de existencia, en el fondo nos referimos etimológicamente a algo que aparece de pronto, porque viene de: ‘ex sisto'. ¿Se entiende?”.
—“Obvio”, respondí, para no parecer leso. Y agradecí la explicación.
No me quedó otra que recurrir a Google. Escribí “el ente” y lo primero que apareció fue una película que habla de un “algo” imposible de definir y describir que abusaba sistemáticamente de una mujer.
Si pudiera, terminaría poniendo justo aquí ese emoticón amarillo que tiene unos ojos enormes de pavor.