Mañana tendremos otros nombres, de Patricio Pron, además de confirmar su estatus como uno de los autores actuales de mayor talento y originalidad que escriben en castellano, también ratifica las peculiaridades de un estilo que no cede ante la intransigente vocación del escritor argentino por componer textos que la mayoría de los lectores encontrará arduos de seguir, en tanto otras personas hallarán fascinantes. Oraciones eternas; empleo de guiones que consisten en extensas frases; intercalación de voces diversas que pronuncian discursos propios; ausencia de diálogos en la forma habitual en la que se interponen en una novela; una inclinación, probablemente derivada de la lengua alemana, que Pron domina, a poner los verbos al final son algunas de las características que tornan a
Mañana… en una obra que, para emplear una palabra poco amable, es embrollada. Sin embargo, si uno hace un pequeño esfuerzo, puede resultar atrayente.
Los protagonistas son Él y Ella, siempre con mayúsculas, lo que puede ser ininteligible. Aparte de tratarse de pronombres personales, dichos vocablos conforman nominativos: ellas, ellos, ello, por ejemplo, se repiten incesantemente, de forma que tendemos a confundirlos con Él y Ella. La opción por esta indiferenciación puede sumirnos en la incapacidad de entender bien de qué se está hablando pero
Mañana... podría entregar una pista de la extraña elección gramatical de Pron. Y no es que a Él ni a Ella les falten atributos novelescos; por el contrario, ambos poseen un recorrido pleno de circunstancias excepcionales que los convierten en seres humanos únicos. Con todo, llamar a sus actores principales Él y Ella es quizá un revoltijo.
Las cosas se complican con la designación del resto de los personajes mediante una sola letra. Así, tenemos a B, F, A, a los que hay que añadir denominaciones genéricas tales como el jefe, el barrendero, el suplementero, etc. Lo asombroso es que Pron se las arregla de manera convincente para que estos caracteres tengan muchas historias que contar. Y ellas van del pelambre de oficina a la reflexión de corte político. Este tan sui generis modo con el que Pron presenta a la gente en
Mañana… agrega una mayor incertidumbre para discernir el significado de esta narración.
La intriga comienza cuando Ella, de un día para otro, le comunica a Él su resolución de separarse. Para darle una razón le informa que tiene un amante, lo que es falso, y Ella termina por informarle a Él que fue un invento. La verdad es que Ella no tiene la más remota idea por qué lo hizo y durante el desarrollo de
Mañana… habrá culpas por parte de la una y el otro. A la manera de un libro de Jane Austen o Henry James, aun cuando en un contexto contemporáneo, la crónica se transforma en un bizantino complejo de emociones. La mudanza desde el piso que habitaban a otro más modesto ocupa secciones enteras del tomo y al principio parecería que Él carga con la peor parte. No obstante, Ella tampoco tiene proyectos concretos en el futuro, por lo que se arrepiente de haber hecho lo que hizo o bien lo llama y llora sin consuelo. En realidad, la separación no tiene aclaración posible, ya que el amor entre ambos primaba antes que nada. Y aquí entran a tallar los artefactos de la modernidad, indispensables del principio al fin de
Mañana…: celulares inteligentes,
laptops, computadores, mensajes de texto, Wikipedia, sitios web, telecomunicaciones, nuevas aplicaciones digitales… Es muy improbable que en nuestro idioma se haya publicado un compendio en el que internet figure en un tono tan predominante y omnipresente. Asimismo, ello marca las relaciones de cualquier tipo que mantienen los participantes en esta suerte de ceremonia de la incomunicación que deviene
Mañana... Huelga decirlo, tanto Él como Ella viven pegados a teclados día y noche, aun cuando pertenecen a una generación tardía en cuanto al uso y abuso del
software. En cambio, los hijos de sus amigos ya han sido devorados por estas maquinitas, mientras los padres de Él y Ella apenas saben manejarlas.
En el fondo, la trama, que detalla pormenorizadamente la separación de los amantes, dista de ser un testimonio del desamor, por más que en él se describa el sistema en el que hoy vemos el amor, suprimiéndolo con un dedo o exponiendo la intimidad con frustración. Ella es arquitecta en una reputada firma de vanguardia y Él produce volúmenes impresos para un mercado en el que todos los valores se han trastocado. Se trata de ensayos y debido a esto, o bien por una opción de Pron,
Mañana… es una continuada sucesión de ensayos. Los temas son la vida sexual de los animales, en especial los insectos; el irreversible deterioro urbano; las teorías ecológicas en boga, que Pron o Él impugnan con pasión; el flujo migratorio europeo; vínculos que se establecen a partir de exiguos intercambios telefónicos o por medio de un vistazo a fotografías mejoradas; viajes a ciudades o países extranjeros; los experimentos que invaden la privacidad y la libertad de elegir y hasta una breve disquisición sobre la crítica literaria, en la que Él —¿o Pron?— mencionan el hecho de que sus títulos fueron muy bien tratados pese a que nadie entendió nada de ellos. De algún modo imperceptible, Pron da rienda suelta a un pesimismo, un escepticismo, casi un nihilismo que por boca de quienes toman parte en
Mañana…, finaliza permeando la totalidad de su estructura argumental. No es un logro menor frente a la bobaliconería que se edita a cada rato.