El miércoles 8 de diciembre de 1982 se enfrentaron Santiago Morning y Arica en Melipilla. Se jugaba la séptima fecha de la segunda rueda. El “Chago”, que ha hecho de local en tantas canchas, cumplía una de sus peores temporadas y descendería al final del campeonato. Arica, en cambio, estrenaba ese año su título de campeón de la Segunda División y mostraba sus galas en los estadios de Primera. A aquel encuentro en Melipilla llegaron 994 espectadores, que vieron triunfar a los nortinos por 2 a 1.
Uno de los goles del vencedor lo marcó Francisco “Chamaco” Valdés.
Esos escasos espectadores no podían saber que eran testigos del último gol de “Chamaco” en campeonatos de Primera División. Tampoco lo sabía el goleador, que tampoco tenía idea de cuántos goles había marcado en su larga carrera, que comenzó el 26 de enero de 1961, cuando saltó desde la banca, a los 37 minutos del segundo tiempo, para reemplazar a Bernardo Bello en un amistoso contra el paraguayo Cerro Porteño. Todos los aplausos del cambio fueron para Bello, pues a Valdés no lo conocía nadie. Un minuto más tarde el ingresado se gana todas las palmas: en su primer contacto con la pelota hace el gol y sella el triunfo albo.
En ese momento, Valdés era delantero neto, goleador de fuste desde las divisiones inferiores del Cacique. No era todavía un mediocampista, como suele decirse, creyendo que así se acrecienta su mérito goleador. Es recién seis años después de su debut que aparece en el mediocampo. Es el Hexagonal de 1967, en que tras caer 3-9 ante el notable Vasas húngaro de Janos Farkas, Colo Colo gana a Universidad Católica, flamante campeón, por 3 a 2.
Es en este triunfo estrecho cuando aparece Valdés en la mediacancha. Y hace pensar de inmediato en que debe ser el sucesor de Enrique “Cuá Cuá” Hormazábal en el armado albo. Hasta este partido, “Chamaco” había sido irregular, con notorios altibajos, aunque siempre haciendo goles de su molde intuitivo, ágil, de notable pegada para darle a la pelota la dirección que quería.
Es en la mitad del terreno donde puede dar lo mejor de sí. Con “ojos en la nuca” podía saber lo que ocurría en cualquier lugar de la cancha y destapar a cualquier compañero, sin que este le marcara la jugada. Él la marcaba con sus pases exquisitos, con habilitaciones a treinta metros que llegaban al pie con precisión milimétrica. Y también con filtraciones inesperadas.
Veintiún años después, el 8 de diciembre de 1982, Francisco Valdés marcaría en Melipilla su último gol, el número 215. De ellos, 98 los marcó como delantero, y luego siguió marcando como armador de juego. Durante la semana pasada se discutió que en esa estadística faltaba un gol: el que le marcó a Everton en 1964. Pero ese gol, junto a los otros 214, figura en la Historia Total del Fútbol Chileno, publicado en 1995, que investigué y redacté para el Centenario. En el libro están los detalles del “gol fantasma”: se jugó el domingo 21 de junio de 1964, durante la fecha 10 de la primera rueda, en el Sausalito, con la asistencia de 28.243 espectadores, arbitraje de Hernán Silva y triunfo albo por 3 a 0 (un gol de Valdés y 2 de Roberto Frojuelo).
Los goles de “Chamaco” están a salvo. Hay que esperar a lo que diga Esteban Paredes. Pero esa es otra historia.