El martes, en el Salón de Honor de la UC, un grupo de excelentes intérpretes brindó un programa que exaltó la gloria del idioma y música franceses. Cinco franceses (Camille Saint-Saëns, Albert Roussel, Claude Debussy, Philippe Gaubert, Maurice Ravel) y un suizo (Frank Martin) fueron los autores elegidos. Los intérpretes: el barítono Patricio Sabaté, la soprano Magdalena Amenábar (que actuó como narradora), el flautista Guillermo Lavado, el pianista Luis Alberto Latorre y el chelista Celso López. Una mirada a esta
pléiade bastaba para garantizar excelentes resultados. Y así fue.
Dicen que así como el alemán es el idioma de la filosofía, el francés es el idioma del amor. Más allá de estos simplismos, no hay duda de que la lengua francesa tiene una cualidad mórbida de misteriosa sugerencia y cuya sonoridad fonética y prosodia la hacen difícil de hablar y, aun más, de cantar. Como en el
Lied alemán, los grandes compositores franceses han sabido escudriñar en la intimidad de las palabras y de ahí ha surgido una música única e inconfundible.
El programa abrió con un aperitivo amable (una especie de
Kir royale), con “Une flûte invisible”, de Saint-Saëns, pieza que ya permitió calibrar lo que habría de ser la tónica de todo el concierto: el impecable desempeño de Sabaté, Lavado y Latorre. En la segunda obra, “Deux poèmes de Ronsard”, de Roussel, el tratamiento de la flauta es claramente “faunesco”, evidenciando la influencia de Debussy.
La versión escuchada de la obra “Bilitis”, de Debussy, tiene una compleja génesis, y es producto de la admiración del compositor hacia el poeta Pierre Louÿs. Se trata de una propuesta que incorpora materiales ya utilizados en otras obras; entre ellas, los “Six épigraphes antiques”, para piano a cuatro manos. La versión incorpora la recitación de poemas de Louÿs (en traducción al español), que estuvo a cargo de Magdalena Amenábar, de magnífica presencia y sobria elocuencia.
La originalidad y calidad de la música de Frank Martin quedaron demostradas en sus “Trois chansons de Noël”, y la obra siguiente, “Soir Païen”, de Philippe Gaubert (1879-1941), deparó una grata sorpresa al revelarnos a un autor no bien conocido en nuestro medio.
Dos obras de Ravel cerraron el programa: “La flûte enchantée”, de Shéhérazade, y las portentosas “Trois chansons madécasses”, plato fuerte de la velada. Con la incorporación del chelo de Celso López, se ofreció una versión insuperable en la que el lucimiento del barítono Sabaté superó toda expectativa: el erotismo, la violencia y la dulzura de los textos de De Parny tuvieron en él un intérprete soberano.
En somme, un vrai plaisir.