El directivo más novedoso es un periodista, pero uno argentino, no se equivoque: Germán Paoloski, presidente de San Luis, aclaró que la naturaleza de su puesto no era ejecutiva, o sea que podía viajar desde Buenos Aires cada 15 días a ver el panorama y eso sería. Está confiado por el técnico: Hernán Darío Franco.
Cuando vuelva mejor que adopte precauciones, porque la gente de Quillota está que arde con la sociedad anónima.
Harold Mayne-Nicholls es periodista y un dirigente con lo contrario: vicepresidente, pero ejecutivo, o sea horario, trabajo y la intención de engrandecer a Colo Colo, un equipo, por lo demás, que ya se siente grande.
En esto del tamaño y magnitud de la tarea, está la iluminación, que es tan don como maldición, con dirigentes que creen que con el fútbol, y esa es la misión, se arregla la sociedad y de paso se repara el mundo.
A cada cual su propia grandeza celestial que a veces se convierte en infernal.
Violeta Parra le cantó a los estudiantes, porque le gustaban, pero aún nadie a los dirigentes, que merecen canto y libro, porque ahí está el relato del país y del fútbol.
En el anciano régimen y antes de las sociedades anónimas, empresarios al por mayor y menor: compra y venta de vehículos usados, comerciantes con matriz y sucursales, gente de la metalurgia, señores del gremio de los rodados, fabricantes de camisas, lámparas, zapatos y ropa interior, antes del imperio chino.
Todos los anteriores, en algún momento y ya cansados, llamaban a hombres buenos que se hicieran cargo del buque —abogados honrados y médicos humildes—, pero solo por un rato, y después volvían. No lo podían evitar.
Esa gente perdió fortuna y dejó familia por hacer grande a su equipo y eso, la verdad, lo consiguieron excepcionalmente.
El modelo clásico fue alguien de Unión La Calera y ascendencia árabe, pero no hay que equivocarse, por favor: Nicolás Chahúan, en mitad de la tribuna con su ira, bigote, gordura, humo, sombrero y desconsuelo semanal. Ahora el estadio lleva su nombre.
Los dirigentes, con el arribo de las sociedades anónimas, cambiaron de origen, profesión y pelo.
Hay que decir, en pro de la historia, que hubo un interín de interventores, cuando la dictadura, y después de síndicos, cuando el negocio se vino abajo.
Los dirigentes de ahora son más de derecha, porque esto del capital, sociedades anónimas y acciones se les da natural.
Los dirigentes de izquierda entraron al sistema con dudas y culpas que después se les quitaron, pero fue de a poco.
Los dirigentes de centro están en la sopa.
Así llegamos hasta acá y la conclusión es que las dos frases matrices para el país y su estigma, valen para el fútbol chileno y la mayoría de los equipos.
Un caso de desarrollo frustrado.
Me parece que no somos felices.