¿Ustedes hablan de “ir al cine” o “ir al teatro”? ¿Dicen “falda” o “pollera”? ¿“Toman once” o “toman té”? ¿“Invitan” a su casa o “convidan” a su casa? ¿“Suben” a la nieve, “van” a la nieve, o no esquían? ¿Marraqueta o “pan batido”? ¿Lápiz pasta, birome o lapicero? ¿Refresco o bebida? ¿Champaña o “espumante”? ¿Papá y mamá o papi y mami? ¿Guagua o bebé? ¿Grosso o bacán?
En fin, podríamos seguir todo el día. Pero ¿se entiende la dinámica? La manera en que hablamos puede delatarnos: qué tan cuicos somos, qué tan provincianos, qué tan ochenteros, qué tan onderos, qué tan pasados de moda.
Ocurre lo mismo con la política. Uno puede detectar si alguien es de extrema derecha, de derecha, de centro, de izquierda o de ultraizquierda por la manera en que usa el lenguaje; por las palabras que utiliza para nombrar o describir personas y procesos.
Algún día vamos a hacer ese ejercicio con las cosas que pasan en Chile. Pero dado que esta semana la noticia estuvo en Venezuela, haré una demostración con Maduro, Guaidó y el resto.
Lo primero que hay que explicar es que el enfrentamiento que se vive en Venezuela es entre dos izquierdas: una que llamaremos “izquierda moderada”, representada por Juan Guaidó y Leopoldo López, ambos miembros de la Internacional Socialista; y otra que denominaremos “ultraizquierda”, personificada en Nicolás Maduro y sus aliados.
Aclarado ese punto, pasemos a observar cómo cada bando usa el lenguaje.
Para la izquierda moderada, Juan Guaidó es el Presidente encargado de Venezuela, ya que fue nombrado en esa condición por el Poder Legislativo, que a la fecha presidía, al declarar la vacancia del Poder Ejecutivo, según estipula la Constitución de ese país.
Para la ultraizquierda, en cambio, Guaidó se “autoproclamó Presidente”.
Para la izquierda moderada, lo que ocurrió esta semana, el 30 de abril (30A), fue una “rebelión pacífica” contra el usurpador del Poder Ejecutivo —que se instaló a través de elecciones ilegales que casi ningún país reconoció—, liderada por el legítimo jefe del Estado, Juan Guaidó.
Para la ultraizquierda, lo del 30A fue un intento fallido de golpe de Estado para derrocar al mandatario Nicolás Maduro.
Veamos entonces. Para la izquierda moderada lo del martes pasado no puede llamarse golpe de Estado fallido, porque los golpes de Estado se dan contra un mandatario, cuestión que Maduro no es, ya que nadie lo “mandató” para gobernar, ya que no hubo elecciones legales que lo consagraran en esa condición. Para la izquierda moderada, por lo tanto, Maduro es un usurpador, un gobernante de facto.
Ese es el duelo verbal entre las izquierdas que se enfrentan en Venezuela.
Solo por curiosidad, ¿qué términos usan ustedes para referirse al conflicto venezolano? ¿Hablan de “golpe” o de “rebelión”; de “usurpador” o de “mandatario”; de “Presidente encargado” o de “autoproclamado Presidente”?
Preguntaba nada más para saber, más o menos, con cuál de las dos izquierdas se sienten ustedes más identificados.