Macron anuncia que llamará a un concurso de arquitectura y en cinco años estará recuperada la catedral de Notre Dame. Cuando imagino una nueva aguja, tan erecta y conspicua como el ego de un
starchitect, inevitablemente me resuena profunda la voz conservadora de John Ruskin: Los edificios antiguos no son nuestros; no tenemos derecho sobre lo que la fuerza y el trabajo de otros hombres consiguió levantar. Desconfío del resultado, porque, ¿habrá una época menos capacitada que la actual para apropiarse del gótico?
En medio de la tragedia se escuchó de todo, hasta voces que celebraban la caída de este símbolo tiránico del patriarcado. ¿Sabrán que las catedrales se consagraban a la figura de un cuerpo femenino materno? Las catedrales góticas no tenían la forma de la tiranía. La esclavitud creó pirámides, monolíticas, elementales y gravitacionales. El gótico siempre desafió el límite del conocimiento, empujando las piedras a una altura imposible, erigiéndose como una filigrana de apariencia ingrávida, desafiando las posibilidades de la razón. Imposible crear algo así bajo el yugo; imposible concebirlo si no es mediante la sublimación de un oficio colectivo. Las ojivas y arbotantes son la forma de la voluntad humana, ascendiendo en libertad detrás de un proyecto común.
Las catedrales eran espacios urbanos. Representaban la Jerusalén Celestial, otra ciudad en la ciudad de los humanos, un pedazo de cielo atravesado en la cotidianidad mundana. Por ello se aislaba el espacio del altar y del coro (porque entonces orar era cantar al unísono entre hermanos). Así, el rito no se veía constantemente interrumpido por los transeúntes, que a veces acortaban camino por un transepto. Entrar a la catedral, santiguarse, tocar el pie de una figura, encender una vela y continuar. Más que la liturgia, el sentido de la gran iglesia estaba en la peregrinación, en el recorrido. La catedral impregnaba al fiel como un espacio radiante. Por ello también se llenaba de esculturas por fuera, se levantaban torres punzando el cielo y se forjaban campanas enormes, para que la catedral llegara hasta los campos.
En esta época individualista, ignorante y desencantada, ¿qué vamos a entender nosotros del proyecto gótico?