El título de esta película es un tanto equívoco. No trata exactamente sobre Dios —¡qué película sería esa!—, ni sobre la creencia o la fe en Él. Cada quien es libre de poner el título que quiera a sus obras, pero hay un cierto compromiso ético en la decisión de orientar (o desorientar) al espectador en la manera de afrontarlas. Al mismo tiempo, es verdad que en este caso es difícil decidir exactamente cuál es el tema. Lo que une al conjunto de imágenes es la visita a Chile del Papa Francisco en enero del 2017.
Sin embargo, no es un documental que refiera ese viaje, sino varias decenas de planos fijos que registran lugares y momentos en torno al paso del Papa por tres ciudades de Chile, en un momento en que la Iglesia Católica chilena entraba en la peor crisis de su historia. Es un registro oblicuo, lateral, distanciado, selectivo. Ha sido una decisión mantener ese registro físicamente muy lejos de la figura del Papa: la presencia de Francisco es más fantasmagórica que material, más espectral que real.
Este es el segundo largo de la Fundación Mapa Fílmico de un País, que debutó en el 2014 con otro documental con las mismas reglas,
Propaganda, que rodea las elecciones del 2013. Igual que en aquel, en Dios han participado 20 realizadores, tres de los cuales ofician de directores y tres de guionistas (Antonio Luco, Josefina Buschmann e Israel Pimentel), mientras que la operación del montaje está en manos de Andrea Chignoli y Javiera Velozo.
Tal como
Propaganda, cuyo propósito declarado era explorar el distanciamiento entre la ciudadanía y la política,
Dios parte de otra fractura, la producida entre esa misma ciudadanía y sus representaciones religiosas. La película no alcanza a distinguir entre una fractura existencial (la pérdida de la fe) o una fractura institucional (la pérdida de confianza en los sacerdotes). Su tesis es genérica y, por eso mismo, un poco obvia.
No es en el terreno cognoscitivo donde se desempeña
Dios. Su juego está en el campo de la fuerza figurativa, en el poder de algunas imágenes para sugerir las tensiones en pugna, como las iglesias quemadas en La Araucanía, la asamblea de “el pueblo” que se prepara para marchar junto a una foto del “Che” Guevara o la mujer que reza a solas para que a sus familiares “les vaya bien en el trabajo”. Otras ceden ese propósito a la reducción al ridículo, como la grabación del programa
Muy Buenos Días, la feria donde se pinta un crucifijo junto a estatuillas de Buda y Homero Simpson o la discusión sobre los zapatos de un niño que unos hombres instalan en los brazos de una virgen.
El montaje no propone una historia, sino una serie de relaciones laxas entre un plano y otro. Lo más cercano a una conclusión podría ser la repetición de ese momento en que el Papa declara en Iquique que las acusaciones contra sacerdotes “son solo calumnias”. Pero la película quiere tener un enfoque más amplio y utilizar los varios infortunios del viaje de Francisco solo como una referencia más en el cuadro de la desafección de la fe religiosa. Es una tesis que, por manifiesta que parezca, necesitaría algunas evidencias más elaboradas. Esa sería, en todo caso, otra película.
DIOSDirección: Christopher Murray, Josefina Buschmann e Israel Pimentel. 64 minutos.