Hay algo exquisitamente seductor en “Gloria Bell” que hace de ella una película de vuelo propio y singular encanto. No es poco, considerando que es el
remake que el mismo Sebastián Lelio hizo de un filme propio, “Gloria” (2013), y cuyo argumento, giros incluidos, no varía en esta, su versión estadounidense. Prueba contundente de que una buena historia —tal como sucede a menudo en el teatro— puede volver a contarse, de distintas maneras.
Por su protagónico en el filme original, la insuperable Paly García no solo ganó el Oso de Plata en Berlín, sino que además disparó su carrera en el cine internacional. Ese fue uno de los tantos galardones que recibió la película chilena y ciertamente colocó a su realizador en el epicentro de La Meca del cine. Fue a causa de “Gloria” (con Gonzalo Maza como coguionista) que Rachel Weisz se acercó a él para que dirigiera un proyecto que llevaba tiempo bajo el brazo: “Desobediencia” (2017), y fue también la película que deslumbró a Julianne Moore, al punto de pedir una reunión con Lelio para decirle que quería protagonizar “Gloria”, siempre que fuera él mismo quien la dirigiera.
Todo ello ocurrió antes de que Lelio ganara el Oscar a mejor filme de habla no inglesa por “Una mujer fantástica” (2017, también con Maza como coguionista).
Los pocos años que separan una producción de la otra y la amplia acogida entre el público que tuvo “Gloria” hacen imposible eludir las comparaciones.
Lo primero que hay que decir es que es asombroso cómo un director puede volver a tomar su material y, sin alterarlo en su esencia, construir otro relato valioso con él, incluso enriqueciéndolo con muy pequeños detalles. Los casos son pocos (Haneke, Hitchcock).
“Gloria Bell” es una espléndida comedia dramática —o “dramedia”, sería más exacto—, que en su nuevo escenario, Los Angeles, fluye sin baches. Y hay muchos buenos motivos para verla, incluso si uno ha visto “Gloria”.
Julianne Moore luce aquí una de las mejores interpretaciones de su larga y versátil carrera. La complejidad y altibajos que vive su personaje se despliega con intensidad y contención a la vez. La dupla que hacen con John Turturro —¡sencillamente deslumbrante como el detestable y contradictorio Arnold!— está entre lo mejor de una película que funciona como reloj, de principio a fin.
Si bien ella es el centro de todo, en “Gloria Bell” hay espacio para el lucimiento de secundarios, como los hijos de Gloria, Anna y Peter (encarnados aquí por Caren Pistorius y Michael Cera), el ex marido (el comediante Brad Garrett, cuya sola presencia impacta y mueve a risa), algunas amigas (entre ellas, Rita Wilson) y muy especialmente la madre, un personaje que no está en la película original. Hilary (la extraordinaria Holland Taylor, la madre de los Harper en “Two and a half men”) se prodiga con las líneas de guion más agudas de la película. Y, de paso, se termina de configurar en la historia una interesante reflexión en torno a las relaciones filiales.
Punto aparte es la sólida presencia del versátil y experimentado Turturro.
En los encuentros de la pareja, la cámara se permite salir de los primeros planos que siempre están en Gloria, para focalizarse en Arnold, un personaje que Turturro maneja con total solvencia entre lo patético, lo dramático y lo cómico.
Gracias a este acertado
casting, son muchos los episodios que adquieren una vitalidad insospechada y se acentúa el humor que siempre estuvo allí. Hay secuencias memorables, como la cena del cumpleaños de Peter.
Aparte de la aparición de la madre, ciertamente el mayor cambio en esta adaptación es la música: en lugar de Massiel, Frecuencia Mod, Myriam Hernández, la Sonora Palacios y Tommy Rey, las canciones que Gloria Bell canta mientras maneja su auto o aquellas que baila incluyen temas de Bonnie Taylor (“Total eclipse of the heart”), Paul McCartney (“No more lonely nights”), Olivia Newton John (“A little more love”), Air Supply, o “Alone again (naturaly)”, de Gilbert O'Sullivan. Por cierto, la gloriosa “Gloria” vale en castellano, por Umberto Tozzi, o en inglés, por Gloria Branigan. En ese liberador y luminoso baile, ella y los espectadores entendemos que no es requisito emparejarse para no sentirse sola.
(En cartelera).