¡Y han pasado 94 años! Colo Colo se acerca al siglo y su perfil actual es el mismo de su nacimiento y de su historia. Traumático todo y siempre.
Lo fue su nacimiento, al escindirse de Magallanes, con el estruendo de las acusaciones de los albicelestes señalando a los revoltosos como profesionales. Querían cobrar, quedándose con las recaudaciones. ¡Mish! Eso nomás querían. “Ancha es la puerta”, les dijeron. Y se fueron: “Que jueguen los viejos”, dijeron cuando salían.
En abril de 1925 se suponía que los jugadores de fútbol jugaban por placer y solo por placer. Porque eran caballeros; con exactitud, gentlemen. Así lo exigía la cultura inglesa dominante en Chile entonces, particularmente en los deportes. Los caballeros hacen las cosas por gusto, no por dinero o alguna otra recompensa. Naturalmente, se trataba de una exigencia válida para los nativos de las tierras dominadas o influidas por el imperio británico. Por supuesto, el amateurismo no era exigible a los propios súbditos de Su Majestad, los que desde mucho antes de la fundación de Colo Colo ya corrían en sus canchas tras el vil dinero. Y seguían siendo caballeros. Algunos de entre nosotros lo aceptaban, por lo que, aparte de roteques, eran giles.
Liberados ya de la torpe imposición imperial, los seguidores del inspirado David Arellano pudieron iniciar su camino, que era la ruta de perfeccionamiento del fútbol chileno, con criterios hasta entonces desconocidos, como la disciplina, el entrenamiento serio, el autocuidado de las formas físicas, el respeto por los árbitros. Había más cosas en el famoso decálogo del gran capitán.
Naturalmente, se iniciaba el camino hacia la profesionalización del fútbol. David Arellano, recordado como fundador, capitán y mártir del club recién nacido, podríamos también, pensándolo bien, recordarlo como el primer antecedente de las revoluciones de Fernando Riera y Marcelo Bielsa. Precisamente por su llamado a conductas profesionales en un medio todavía aficionado.
Nacido para la popularidad y para el triunfo, en lo directivo el club fue siempre lo que sigue siendo ahora: una olla de grillos. Históricas fueron siempre las disputas por llegar a la presidencia del club. Sucedió cuando era una corporación de derecho privado y sucede cuando es una sociedad anónima. Si antes fue la lucha entre Pedro Foncea y Róbinson Álvarez Marín, hoy es entre Gabriel Ruiz Tagle y Aníbal Mosa. Si antes los acusaban de robarse la plata del club, hoy también. Una única novedad: esta vez se bajó uno de los rivales. Recién. ¿Y si se bajan los dos?
Qué grande debe ser Colo Colo para haberse sobrepuesto a todo eso.