Esta película es una rareza similar a
Rapsodia bohemia: carece de autoría. Quien figura como director, P. B. Shemran, no existe. Algunas versiones dicen que es un seudónimo del iraní Farhad Safinia, guionista de
Apocalypto y amigo de Mel Gibson, que habría tratado de proteger su reputación una vez que perdió el control del rodaje y el montaje de esta producción. No se sabe muy bien qué reputación cautela, porque no ha dirigido más que un corto y, además del guion para la pésima película de Mel Gibson, solo ha escrito una serie llamada Boss. La producción misma es otra rareza, porque no participan firmas de Inglaterra —donde está ambientada toda la historia—, sino de Irlanda, Francia e Islandia.
Safinia y Gibson se pelearon con la productora Voltage Pictures, que intervino el rodaje cuando el presupuesto estaba excedido en 25 millones de dólares. Gibson interpuso varias demandas, pero la justicia le dio la razón a Voltage, confirió el crédito por el guion a John Boorman y Todd Komarnicki —que trabajaron en la adaptación del libro de Simon Winchester— y exigió quitar el nombre de Safinia de la dirección.
De este desastre salió, sin embargo, una película que se sigue sosteniendo en su premisa literaria: la historia del escocés James Murray (Mel Gibson), profesor autodidacta de filología, que en 1872 acepta hacerse cargo del primer diccionario de inglés de la Universidad de Oxford, concebido como la obra canónica del idioma. En ese proyecto monstruoso, inabordable, se cruza el cirujano y excapitán del ejército estadounidense William Chester Minor (Sean Penn), condenado por el asesinato de un hombre.
Desde el asilo psiquiátrico de Broadmoor, donde años más tarde será diagnosticado como esquizofrénico, Minor comienza a ayudar al magro equipo de Murray en la búsqueda del origen de cada palabra inglesa. Minor vive perseguido por los recuerdos de la Guerra de Secesión y la tarea del diccionario se constituye en un escape y una forma de expiación ante la viuda y los huérfanos del hombre que ha matado por error. La relación con la viuda Eliza (Natalie Dormer) es el material de otra historia, que convive mal con la principal.
La obsesión de Murray es diferente y parecida: junto con ser aceptado en el cenáculo de Oxford sin tener los títulos académicos, busca dejar una obra que sea el orgullo de su estirpe. Ambos aspiran a una grandeza que solo el idioma les puede brindar. La tarea de reconstruir el rastro de cada palabra es, después de todo, una inmersión en la historia de la cultura. (El diccionario fue publicado 70 años después de su inicio).
Entre la razón y la locura es el resultado de una catástrofe de producción y tiene los rasgos de ese fenómeno, aire impersonal, incoherencia, ausencia de estilo y equilibrio, pero sobre todo la vehemencia y la aceleración del desenlace, como si la prisa permitiera ocultar la ausencia de dirección, no menos que en
Rapsodia bohemia o
Lo que el viento se llevó. Es una muestra de la fortaleza del cine que películas así sigan siendo interesantes.
THE PROFESSOR AND THE MADMANDirección: P. B. Shemran.
Con: Mel Gibson, Sean Penn, Natalie Dormer.
124 minutos.