Que nadie sepa lo que usted dijo o pensó en ese primer partido de Chile contra Ecuador, por la Sub 17, por cierto, con esos jóvenes que empiezan como futbolistas y a ver si siguen los viejos pasos y costumbres, o en cambio se van por ramas nuevas, firmes y mejores.
Era una selección chilena ganando por 2 por 0, cosiendo y cantando en la fase de grupo.
Las conclusiones, en esos precisos momentos, junto al elogio y al comentario entusiasta, se extendían por la proyección de un fútbol renovado con otro carácter y condición. Para decirlo en una línea y media: era un equipo en otra etapa de la evolución.
Después Ecuador, como se recuerda, puso el empate y en los descuentos el gol que le dio el triunfo. Sub 17 chilena 2 y Sub 17 ecuatoriana 3.
¿En qué estaba, en ese momento?
En otro tipo de análisis, desde luego. Dejémoslo hasta ahí no más.
Cuando la Sub 17 le llevaba tres goles de ventaja a Perú, por fin, usted detectó que el equipo se había encontrado a sí mismo, pero cuando les descontaron en cuatro minutos —54 y 57— que por fortuna no les alcanzó, en ese instante final de respiro y alivio, sus juicios fueron volátiles porque se encontraron, desencontraron y encontraron.
Lo más reciente y recordado es lo del jueves pasado, cuando Uruguay se puso 2 por 0 y seguía 2 por 0 hasta los quince minutos del segundo tiempo.
En ese período le azotaron la cabeza tantas cosas, imágenes y escenarios, siempre con los uruguayos como protagonistas, porque juegan como uruguayos desde jóvenes, desde los 17 y antes, y por eso rondaban el 3 a 0 y venía el peso de la historia repetida, la misma losa sepulcral y el destino inevitable.
Eso de la garra charrúa y la personalidad en momentos claves, con una presencia que no se deja avasallar y la contundencia que viene de antiguo.
Y que nadie sepa cuáles eran sus pensamientos en esos segmentos oscuros que presagiaban el desastre infernal, para ese partido contra Uruguay, quizás en el otro con Paraguay y entonces con su pensamiento recargaba la calculadora matemática y científica. Ese aparatito inevitable e indispensable, cuando se traba de las selecciones nacionales, porque la Sub 17 estaba cortada con la tijera roma y de poco filo que identifica al fútbol chileno actual.
En dos minutos, del 61 al 62, los chilenos empataron y en el cierre se volteó la tortilla con el resultado drástico de 4 a 2 sobre Uruguay y un pasaje honesto y limpio para el Mundial.
¿Por qué pasó lo que pasó? ¿Habrá sido la garra chilena? ¿Quizás el fútbol y la calidad de la Sub 17 nacional? ¿Será el cambio de mentalidad? ¿Cuál es su juicio y análisis?
Es mejor que nadie lo sepa.