Un "Agujero Negro" es una región finita del espacio en cuyo interior existe una concentración de masa lo suficientemente elevada y densa como para generar un campo gravitatorio tal que ninguna partícula material, ni siquiera la luz, puede escapar de ella. Esa es la definición de Wikipedia. La mía es que un "Agujero Negro" es un hoyo que se traga todo para siempre.
El miércoles de esta semana por primera vez pudimos ver la imagen de un "Agujero Negro", el fenómeno que predijo Albert Einstein, pero que nunca pudo comprobar en vida. Ese mismo día, la Democracia Cristiana aportó los votos para que el gobierno aprobara en la comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados la idea de legislar de su reforma tributaria.
¿Coincidencia? No lo creo.
La clave para evidenciar que estos dos hechos no fueron fortuitos es reparar en el parecido casi fraternal que ha ido adquiriendo el ministro Gonzalo Blumel con Albert Einstein. Fíjense en cómo las canas han ido poblando rápidamente su cabeza. Deténganse en la sonrisa. En la vestimenta sencilla. En el modo de andar. Si Blumel se dejara crecer el pelo, si se cortara la barbita incipiente y solamente se quedara con el bigote "brocha", sería Einstein.
Y Einstein fue de los pocos que creyó en los "agujeros negros". Igual que Blumel. Cuando muchos en el gobierno y el oficialismo tiraron la toalla y dieron por perdida la posibilidad de aprobar la reforma tributaria, Blumel siguió en la lucha. No perdió la fe y conversó una y otra y otra vez con la Democracia Cristiana para llegar a un acuerdo.
Porque Blumel sabía que si se rendía, el "agujero negro" en que se convirtió el sector más de izquierda de la oposición se tragaría todo: la posibilidad de legislar sobre impuestos en Chile, la posibilidad de llegar a acuerdo sobre cualquier cosa... y la posibilidad de la Democracia Cristiana de ser una fuerza política independiente del PC y el Frente Amplio.
Tal como Einstein reformuló la teoría de la gravedad, Blumel ayudó a la DC a mantener los pies en la tierra, a recordar que tiene un lugar en la política chilena y que no tiene por qué estar suspendida en el aire, levitando de un lado para otro, según el viento.
Si yo fuese democratacristiano le estaría agradecido a Blumel, por no arrugar. Y supongo que los suyos también estarán sintiendo gratitud hacia él esta semana. Yo que él, me la jugaría por el bigotón y el pelo largo, aunque sea por unas semanas, para marcar el punto.
Y en cuanto a los "agujeros negros" de la política, mi reflexión es que hay que tratar de erradicarlos. Nada es peor que negarse a conversar, a debatir sobre las diferencias que debemos tener como sociedad. Porque de lo contrario, los "agujeros negros" -que siguen siendo algo teóricos para la mayoría de nosotros- se convertirán, más bien, en pozos ciegos. Y de ahí no hay manera de salir.