Una pareja de médicos ya madura, Gustavo (Jorge Marrale) y Cristina (Mercedes Morán), vive con su único hijo, Facundo (Matías Mayer), en un barrio acomodado de Buenos Aires. Una noche, el padre descubre que el hijo es homosexual. El hallazgo lo perturba y desestructura las relaciones con su mujer. Unas noches después, la casa es asaltada por un par de sujetos violentos y el hijo resulta muerto. La familia se hunde, deja de existir. El padre pierde su orden, deja la cirugía, se sume en un maremágnum de preguntas, cavilaciones y deseos de venganza.
La figura del padre es el centro de
Maracaibo, tal como lo era en
La habitación del hijo, la pequeña gran película de Nanni Moretti, y
En el dormitorio, de Todd Field, apoyada por una inmensa actuación de Tom Wilkinson. Comparte con esas películas la perplejidad solipsista del padre, con todas sus emociones asociadas: la sensación de no haber conocido al hijo, la angustia del tiempo perdido, la culpa por lo que quizá pudo ser de otra manera.
El caso es que, para dar densidad a este proceso -y aquí siempre empiezan los problemas-, el cineasta Miguel Ángel Rocca toma la opción de estilizar el crimen. No importa mucho si los delincuentes tienen rasgos psicopáticos o si son el producto de alguna oscura relegación social. Para
Maracaibo, lo relevante es que ofrezcan cierta convexidad respecto de los protagonistas, que funcionen como un espejo deformante de sus ansiedades y sus vacíos. Lo que el padre busca en ellos es una explicación para el abismo que se ha abierto bajo sus pies.
Y hasta allí llega
Maracaibo. No el relato, que sigue por mucho rato, sino el eje de su indagación.
Esta es la segunda película que dirige el productor Miguel Ángel Rocca (una tercera,
Arizona Sur, la correalizó con el también productor Daniel Pensa).
La mala verdad también explora en la disolución de la familia, aunque su vertiente es más bien la de los secretos inconfesables. En
Maracaibo no hay tantos secretos, pero sí cierto afán por simularlos. Por ejemplo, cuando la madre afirma que "las cosas no ocurren por casualidad", a pesar de que la explicación del aparente enigma solo consiste en que su marido fue asaltado en una hora muy alta de la noche.
Por todo lo que está muy bien en el retrato de la desolación del padre, su extravío y su soledad, hay en esta película una morosidad fallida, mal soportada por la ausencia de contexto, como si el mundo se hubiese vaciado de toda otra circunstancia. La duda que está en el trasfondo de la primera parte -un hijo homosexual versus un hijo muerto- es tan indecente, que no llega a expresarse más que como insinuación.
Es muy difícil sostener una película sobre una prolongada relación de miradas perdidas en las que se oculta una premisa impresentable.
MaracaiboDirección: Miguel Ángel Rocca.
Con: Jorge Marrale, Mercedes Morán, Matías Mayer.
96 minutos.