En las tres semanas que lleva en pantalla, este programa ha logrado hacer ruido. Partió con la detención del youtuber “Huevito Rey”, hombre deslenguado y agresivo, seguido por niños y adolescentes, y que ha sido acusado de intercambiar fotos íntimas con menores de edad. En el segundo capítulo, las denuncias fueron contra un exhibicionista que acosa a escolares desde una bicicleta, quien fue detenido tras la emisión del espacio, ya que más víctimas lo reconocieron.
Del proceso de investigación de estos casos —que TVN y la productora Fábula iniciaron hace más de un año— surgió el de “la fábrica del terror”, del empresario argentino Hugo Larrosa, que fue exhibido finalmente por el noticiario “24 horas”, debido a que la víctima se decidió a hacer la denuncia cuando las grabaciones de “Acosados” ya habían concluido.
En su tercera entrega, el programa mostró el caso de un vendedor de la feria Lo Valledor, que grababa imágenes bajo las faldas de sus incautas clientas. Pese a que una cámara oculta lo captó en plena acción, no se le pudo detener ni castigar, porque esa evidencia no era suficiente para configurar un delito, según explicó Marcelo Araya, otrora aguerrido periodista de “Informe especial” y hoy encargado de comunicaciones de Lo Valledor. Justo el día anterior, en la Cámara de Diputados se aprobó el proyecto de ley que sanciona el acoso callejero, incluyendo como delito este tipo de grabaciones.
“Acosados” es un programa que aborda situaciones que hoy la sociedad chilena está cada vez menos dispuesta a tolerar. En sus tres emisiones, este espacio de telerrealidad ha tenido un promedio de 8,7 puntos de rating. Y pese a quedar en el cuarto puesto de la audiencia en su horario —los jueves a las 22:35 horas—, ha tenido repercusiones en redes sociales y sus denuncias han llegado a otros programas y medios.
Los capítulos son liderados por los reporteros Marcelo Arismendi y Lucía López, quienes van mostrando el paso a paso de la investigación para llegar a los acosadores. Este proceso de pistas y hallazgos le otorga suspenso a la narración pero, en ocasiones, puede hacerse reiterativo. Cuando por fin se llega al final de la búsqueda, los periodistas se transforman en una suerte de vengadores que persiguen a los victimarios por la calle, enrostrándoles sus conductas abusivas y delictivas. Adoptan por completo el estilo de Emilio Sutherland (“En su propia Trampa”, Canal 13), popularmente conocido como “tío Emilio”.
¿Es necesaria esta efusividad de los conductores, tanto en hacer pasar un mal rato a los denunciados como en acoger a las víctimas? Los casos mostrados son tan fuertes, que da la impresión de que causarían igual o mayor efecto si hubiera mayor sobriedad en el relato. Es decir, con menos reiteración de los hechos y menos pasión a la hora de poner en su lugar a los responsables de estas graves situaciones.