Dicen en la U que no han hecho un sahumerio, esa modalidad tan futbolera para espantar los malos espíritus e invocar la fortuna cuando todo falla. Pues, después del empate frente a Calera, quizás se lo piensen mejor.
Escucho a Johnny Herrera argumentar —con toda la razón del mundo— que el festival pirotécnico de su barra terminó por desconcentrarlos, en un momento clave y cuando parecían tener controlado el partido. Es más, los azules llegaban más y mejor convirtiendo a Batalla en la figura del encuentro. A partir de la interrupción, los caleranos no solo reaccionaron, sino que empataron y hasta pudieron ganarlo.
Los azules no pueden jugar con público el clásico ante la UC por sanción, y lo más probable es que le caigan otras nuevas después de este incidente, justo cuando más aliento necesitan. Dice el capitán que no lo entiende, porque es difícil entender a quienes piensan más en sí mismos que en el beneficio del club, que ya tiene problemas para concretar el sueño del estadio propio por la irracionalidad que genera su hinchada.
Descontemos lo de Augusto Barrios al minuto, cuando Arias quiere consolidar un esquema defensivo. Y a la impericia de su mejor anotador —Matías Rodríguez— cuando pudo sentenciar el partido. Lo concreto es que para la U nada parece fácil, porque le cuesta encontrar la tecla adecuada. La falta de liderazgo, por ejemplo, aún no le permite enrielar el proyecto deportivo —si lo tiene— porque los nombres que aparecen para la gerencia técnica parecen tener más problemas que méritos.
Si no es verdad que quemaron cosas para espantar la mala fortuna —como ya lo hicieron antes en la historia— es la hora de pensarlo. Purificarse puede ser un camino, cuando la venta o la cesión del club ya ha quedado descartada. Tendrá que buscarse el camino con la misma cabeza que otras veces falló en pensar y planificar, en ejecutar y definir. Van a necesitar suerte.