Los chilenos adultos, los francamente adultos y también los viejos, se desesperaron el pasado jueves a la hora del partido.
Hubo alaridos, según cuentan, porque el tiempo rodaba implacable, carreras porque no sabían cómo plegarse a la transmisión y por cierto cundía una mezcla de rabia, pena y frustración.
Universidad Católica frente a Gremio, desde San Carlos de Apoquindo y por la Copa Libertadores, no estaba en la parrilla de los canales. Después de encendida la alarma, el primer impulso fue buscar el teléfono de la compañía de cable, para llamar y reclamar con enojo por la desconexión y la ineficiencia habitual, por lo demás.
Pero no era eso, sino algo nuevo e impensable hace 20 años, o diez.
Existía el partido en vivo y en directo —de hecho ya se estaba jugando— pero en una dimensión desconocida.
Una vía habitual, sencilla y transitada por los hijos y nietos de esos desesperados de la tercera edad y alrededores, generaciones de chilenos que, con esfuerzo y concentración, se adaptaron a las redes sociales, pero los inventos, qué duda cabe, avanzan a velocidad inalcanzable y el ciudadano viejo y viejón, no quiere que le ocurra lo que le pasó a esa tía solterona.
Son generaciones que llegaron apenas a Google y al mail electrónico, pero se subieron al carro alegremente; lo mismo con Twitter, donde se colaron con sagacidad, pero eso sería todo, al menos por ahora, porque saltar a Instagram, Snapchat o Tiktok, es como mucho pedirles.
Se puede, pero podría ser un gesto anacrónico.
Facebook está en esta zona y Facebook Watch desde luego.
Sin la instalación personal no hay partido alguno ni forma de verlo y por eso lo dicho al comienzo: desesperación.
El desesperado salió del acantilado y la perdición gracias al cable que le tiraron y enchufaron los hijos o nietos, porque con esas señas y contraseñas de usuario abrió el portal, tuvo lo que quería y vio el partido.
¿Cómo lo vio?
Con molestia, sin duda, por la imagen poco fina y una transmisión que tendía a detenerse o tiritar.
Con protestas, por supuesto, por la falta de repeticiones y la inexacta sincronización de las imágenes con el relato.
Con desazón, probablemente, porque vislumbró por donde viene el futuro.
Será un fútbol dominado por la red social, donde las imágenes y comentarios son señales invadidas por el hormigueo de esa red y sus miles de lanzas, mensajes ociosos y saludos interminables.
En los hechos, fue otro triunfo de las redes sociales que invaden las comunicaciones, brillan por su convocatoria, compiten con los medios y se comen lentamente al antiguo periodismo.
Los desesperados, por tanto, ya saben muy bien lo que hay que hacer: seguir desesperándose o abrir una cuenta en Facebook.