Esta serie paródica es una obra maestra. Su mirada a la política, sus usos y códigos no han hecho otra cosa más que crecer en sus seis temporadas previas, gracias a la demencial conducta de Selina Meyer (Julia Louis-Dreyfus), exvicepresidenta que le ha servido a esta creación genial para personificar, con humor y brillantez, la estupidez humana en su más chistosa expresión. Estamos frente a la temporada final y en unas pancartas publicitarias, que aún no se hacen públicas, se lee “Nueva Selina, ahora”. ¿La razón? Ese es el lema para anunciar que su equipo planifica su campaña para lograr la presidencia. Así parte el primer episodio de este ciclo y, sin duda, los dardos están más afilados y mejor encauzados en esta despedida. Las rutinas, bromas y diálogos fluyen bien aceitados por el oficio de un grupo coral cuyos integrantes, ese gabinete de ineptos asesores para una inepta y eterna candidata, saben cada uno funcionar perfecto desde sus respectivos lugares. Más preocupados del reflejo en las redes sociales que de un real contenido detrás de la naciente campaña, la maquinaria que hay funcionando detrás para hacer llegar a la loca de atar de Selina a alguna parte es el microcosmos perfecto para que guiones y mentes creativas de la sátira lleguen a niveles altísimos de comedia inteligente.
Es tal el nivel de profundidad logrado por esta serie de HBO, tal la descripción del yerro (el tema principal del primer episodio, cómo sacar el error de la ecuación para ocupar la Casa Blanca), del cálculo (Selina no tiene escrúpulos en usar a su nieto lactante para conseguir votantes frente a la prensa y las multitudes) y de la completa falta de ética (manipular al rival, al aliado y a quien sea para ganar) que, en algún punto del relato, si uno omite un par de bromas que avivan la chispa de la comedia, esto sería en verdad un triste y trágico docu-reality acerca de cómo al parecer trabaja la política no solo en Washington, sino que en muchas partes del globo. De esta manera, el límite entre el populismo de la ficción de “Veep”, versus el populismo que la realidad parece proveernos, podría tener una frontera difusa y difícil de notar. La cruel realidad de un excolaborador del team de Selina, Mike McLintock (Matt Walsh), ahora reconvertido en un reportero de un sitio web en donde debe hacer solo “10 historias al día”; o el drama por el que cruza la avispada Amy Brookheimer (Anna Chlumsky, nunca más graciosa que en esta temporada), que espera un hijo de un cuestionable compañero de labores, convierten a este circo político en una permanente glorificación del error humano.
Es decir, son tan despreciables y torpes estos personajes, incluida la propia Selina, que la única manera de disfrutar tan patético espectáculo sería tener la tranquilidad de saber que “Veep” es pura ficción. Pero, ¿es así? Que el expracticante de la oficina de Selina, Jonah (el muy gracioso Timothy Simmons, ovación de pie para él), sea ahora uno de sus principales rivales políticos (un hombre sin ideas, provisto de un lenguaje y una conducta que bordea la sinrazón, y cuya popularidad creció entre “los hombres blancos” cuando se supo que se casó con su hermanastra, resulta, por lejos, uno de los mejores reflejos y bromas que dialogan con el acontecer “real”. En una idea, “Veep” es una pieza maravillosa. Una fuente eterna de bromas que no paran de hacer reír y pensar al mismo tiempo.
Disponible en la plataforma HBO Go.