Lo único no argentino de Gaspar Noé es que casi no ha filmado en Argentina. Por todo lo demás, es un argentino sin lugar a dudas, a pesar de lo cual
Clímax comienza con la declaración, inscrita en una bandera francesa, de que este es "un filme francés y orgulloso de serlo". Es como Jorge Alís anunciando un
show chileno "orgulloso de serlo".
Aparte de aparecer en más horas de TV que el cine que ha filmado, Noé se ha hecho famoso por la violencia extrema de sus películas. Sin embargo, el argentino Noé es más bien esotérico y la violencia solo forma parte de un cuadro donde la vida es frágil y fuerte a la vez. No es un creyente religioso, pero cree en algo así como la vida después de la vida, que son exactamente las premisas de sus películas más famosas,
Irreversible y
Enter the Void. La primera está contada en reversa, pero a partir de una muerte; la segunda es enteramente la visión de un muerto.
La manera específica de expresar esto no es, como sería en oriente, un despojo extremo, ascético. Para el argentino Noé es lo contrario: un virtuosismo extremo, casi gótico, solo posible con los medios tecnológicos que liberaron a la cámara. En la primera mitad de
Clímax, una veintena de bailarines jóvenes se reúne para festejar y, después de varias introducciones -nunca nos libra de la pedantería-, Noé da inicio a esa parte con un prodigioso plano continuo de 12 minutos que se mueve por todos los espacios de la sala.
En la segunda parte, algo ha ocurrido: la inocente sangría ha sido mezclada con LSD, y la droga, potenciada, empieza a causar efectos devastadores. Para ese segmento, Noé guarda un plano de 42 minutos, uno de los más enloquecidos y angustiosos que jamás se haya filmado, sin que podamos saber con precisión cuántos jóvenes están muriendo, cuántos quedarán al final de la noche pavorosa, qué de ellos está sobreviviendo bajo la inmensa bandera francesa que cuelga desde el techo.
La bandera -que se ve poco, solo se sabe que está ahí- es desde luego el gesto político sarcástico, la broma pesada. En esta sociedad multicultural, multiétnica, orgullosa de su libertad, un grupo de jóvenes ingresa a una espiral de terror sin que nada ni nadie pueda detenerlos. Y eso que todos saben de Christiane F., la adolescente alemana que se hizo adicta al LSD y a la heroína desde los 12 años. La situación descrita en
Clímax habría sucedido en París en el invierno de 1996, como secuela remota del caso alemán.
Igual que en sus anteriores películas, Noé se interesa por el origen de la tragedia, el momento en que la vida se quiebra. En esta ocasión ese momento es un poco pedestre -el misterio de quién puso la droga, y con qué motivación, solo se resuelve en el último plano-, pero vale como testimonio de la pertinacia del cine de Noé. Otra provocación, por supuesto. Y de nuevo con talento.
ClímaxDirección: Gaspar Noé.
Con: Sofia Boutella, Romain Guillermic, Giselle Palmer.
97 minutos.