Desazón causa el anuncio gubernamental de que el ambicioso proyecto de remodelación del eje Alameda-Providencia no será realizado. Hay dificultades de financiamiento, dicen, y también técnicas, en el sentido de que algunos tramos del proyecto no lograrían la requerida "rentabilidad social" de la inversión pública. La verdad es que para que un proyecto de esta complejidad, magnitud, costo, proyección en el tiempo y consecuencias en la vida y en la imagen de la ciudad llegue a realizarse, el obstáculo nunca será de financiamiento ni rentabilidad, ambos relativos en el largo plazo, sino de voluntad política. Las pocas veces que en nuestra historia urbana se impulsaron, desde el ámbito público, empresas gigantescas como esta (pienso en la canalización del río Mapocho, en la construcción del Barrio Cívico, en la reconstrucción de Chillán, en el Plan Serena, en la abertura de la avenida Nueva Providencia, en la Ribera Norte de Concepción), hubo siempre un liderazgo resuelto y audaz, muchas veces personal, con la capacidad de llevar adelante una visión de futuro a ultranza.
A lo largo de sus 12 km, el eje Alameda-Providencia es la espina dorsal de la ciudad, recorriéndola a través de la topografía y de la historia (con innumerables lugares significativos, edificios públicos y monumentos), y también atravesando las diversas realidades de las comunas de Lo Prado, Estación Central, Santiago y Providencia. Es, además, una de las principales vías urbanas, conectando oriente y poniente, y concentrando viajes motorizados, públicos y privados. A lo largo de décadas, el crecimiento desordenado de una ciudad fragmentaria ha hecho que este importante espacio público y principal, eje del transporte, esté subutilizado y carezca de coherencia espacial y paisajística.
Mejor transporte de superficie y mejor espacio público, propios de una metrópolis con pretensiones de rango mundial, son los propósitos que motivaron el llamado a un concurso internacional, en que participaron equipos profesionales del más alto nivel. El proyecto ganador, de un consorcio de arquitectos chilenos, ingleses y españoles, beneficiaría a más de 5 millones de ciudadanos, especialmente peatones y usuarios del transporte público. La propuesta planteaba un rediseño radical del eje completo, con una nueva manera de ocuparlo, con corredores segregados de buses rápidos y una imagen paisajística unitaria gracias a una importante arborización continua, el tratamiento homogéneo de pavimentos y mobiliario urbano, y un bello diseño de paraderos y estaciones en superficie; conjunto que daría orden, escala e identidad metropolitana a todo el trazado, reconociendo lugares tan significativos como sus extremos (Pajaritos y Tobalaba) y la Plaza Baquedano. Así como están las cosas, nada de eso veremos en esta vida.