Imposible no sobrecogerse con la despedida de Emanuel Ginóbili en los San Antonio Spurs de la siempre sorprendente NBA. En la meca del baloncesto, no escatimaron en elogios para la trayectoria del zurdo de Bahía Blanca, considerado por muchos -me inscribo- como el más grande jugador FIBA de todos los tiempos. Retirar la camiseta 20 es el homenaje para un deportista superior, que con sus cuatro anillos con los Spurs, el oro olímpico en Atenas 2004, ser el artífice de la primera derrota del Dream Team en el Mundial de Indianápolis y ganar una Euroliga marcó la pelota naranja.
Una fiesta que tuvo un condimento mayor con la presencia de sus compañeros de la "Generación Dorada" argentina y de la franquicia texana. Las palabras de Gregg Popovich, su entrenador en Estados Unidos, de Tim Duncan, ese interno feroz debajo de la tabla, de Fabricio Oberto, su compañero de ruta en la selección y San Antonio, junto a Tony Parker, el base que lo disfrutó, pero que también lo encumbró en las canchas estadounidenses, generaron un clima único.
El final que una figura de esta envergadura merecía y que nos puede hacer reflexionar sobre el epílogo del grupo de jugadores que consiguió dos Copas América en 2015 y 2016, disputó los mundiales de Sudáfrica 2010 y Brasil 2014 y la Copa Confederaciones de 2017.
El clima alrededor de la selección nacional no es bueno. Un buen primer tiempo ante México y un correcto lapso inicial con Estados Unidos no alcanzan para resolver los problemas del cuadro de Reinaldo Rueda.
Chile carece de sorpresa en los últimos 30 metros; la elección del entrenador apuntó a futbolistas de buena técnica, pero sin velocidad ni desequilibrio individual. En el fútbol de siempre, pero más aún en el actual, los atacantes deben ser rápidos. Si no se dispone de esa característica, al menos se requiere un gambeteador, que tampoco existe entre los convocados. En estos meses finales, es posible que el caleño recurra a jugadores con esas condiciones o al menos recupere a Alexis Sánchez, clave en cualquier armado de la Roja.
En este escenario, el directorio de la ANFP demanda entregar señales en serio de apoyo al seleccionador. La salida de Arturo Salah y de Andrés Fazio dejó sin sus principales sustentos al colombiano. Hoy no se aprecia a ninguno de los dirigentes de la mesa como sostén del DT. La propuesta de adelantar la preparación, lanzada por Rueda en su llegada a Santiago, obliga a los regentes de Quilín a conseguir los votos suficientes en el Consejo de Presidentes.
Los llamados de quien se dice el controlador del fútbol chileno a los allegados al seleccionador venezolano, Rafael Dudamel, representan carencia de control de la mesa. Nadie puede arrogarse tal potestad. Es una irresponsabilidad y la lectura clásica de alguien que no entiende nada de fútbol. Al menos, el llamado de Dudamel a Rueda, para aclarar que todo lo que aparecía en Chile era falso y que él no se prestaba para ese tipo de operaciones, establece la seriedad del exarquero.
Urge la sensatez.