Marco Antonio de la Parra y León Cohen reponen "La Secreta Obscenidad de Cada Día", que ellos mismos estrenaron hace 35 años en un festival de teatro del Colegio Médico y han vuelto a presentar muchas veces en Chile y en el extranjero. Fue un juego con el que Marco Antonio de la Parra interrumpió varios años de sequía, en los que se dedicó preferentemente a su profesión de médico psiquiatra. El enorme éxito de "Lo crudo, lo cocido y lo podrido", que lo colocó en las cumbres de la creación teatral latinoamericana, imponía una obligación que se había transformado en un peso. Había derivado hacia la narrativa pero no lo satisfacían los resultados y había optado por el silencio. Sin embargo, impulsado por su gran amigo León Cohen, volvió a escribir teatro y lo hizo con gusto, con plena libertad, casi con irresponsabilidad, mezclando al menos tres ideas diferentes. El proceso lo ha descrito De la Parra en su ensayo-crónica "Obscenamente (in)fiel", que recomiendo leer.
Hoy no podemos ver la obra como en el tiempo de su estreno. Jugar con la ambigüedad de situaciones, llevarnos por el lado de la obscenidad sexual ocultando hasta el final de qué se trata, hoy parece un juego divertido, pero en 1984, si las autoridades militares no lo tomaban con igual humor, habría sido peligroso. El desafío, para De la Parra, era múltiple: por una parte decir y ocultar lo que la obra realmente decía, hacerla atractiva para el público y estar a la altura de su "Lo crudo, lo cocido, lo podrido". Dada la amplitud de sus significados culturales y políticos, la obra ha interpretado situaciones de todos los países latinoamericanos y, en alguna medida, ha superado a "Lo Crudo...".
La obra es graciosa, pero en la noche de su reestreno constantes risas no hubo, quizás porque la mayoría de los que fuimos la conocíamos bien y así el factor sorpresa, normal ingrediente de la risa, no funcionaba. Risas y sonrisas naturalmente se produjeron, pero más hubo un clima de afecto y de respeto hacia los actores, y probablemente predominó el interés por interpretar este acto teatral en la perspectiva de hoy.
En sus primeros años, la obra pareció ser más bien para una élite intelectual que manejara los contrapuestos planteamientos teóricos de Freud y Marx y aceptara que fueran tomados con cierto escepticismo. Por otra parte, para los profesionales psiquiatras que son De la Parra y Cohen, hacer que Sigmund Freud apareciera sin pantalones esperando la salida de las niñas del colegio y que Karl Marx hiciera lo mismo era ser harto irrespetuosos. Pero así eran De la Parra y Cohen en ese tiempo. Ahora deben haber cambiado, pero la obra ya tiene su fuerza propia que se impone.
La interpretación que se le da ha tenido cambios a través de sus 35 años, pero hay algo central que se mantiene: es el juego de ambigüedades que nos hace creer que se trata de pervertidos sexuales y al final vemos que la verdadera perversión es el terrorismo. Y si bien uno puede pensar que De la Parra fue gracioso al jugar con nuestros malos pensamientos, fue en realidad arriesgado al mostrar lo que pasaba con los que habían sido sometidos a tortura y luego fueron degradados hasta convertirlos en colaboradores, o al señalar el clima de temor que se vivía por la constante vigilancia y delación, y fue también valiente al desafiar a los extremistas que justificaban la violencia contra la dictadura y señalar con fuerza que la verdadera obscenidad de estos dos personajes es el terrorismo.
"La Secreta Obscenidad de Cada Día" está construida con un lenguaje de ambigüedades que busca desconcertar, sin embargo sus muchas situaciones y la variedad de sus juegos encierran significados claros aunque complejos. Hasta ahora han predominado las puestas en escena minimalistas, dos actores y un escaño, pero sus posibilidades son muy amplias y bien podría ser que directores del nuevo teatro le incorporen recursos escénicos, imágenes y sonidos que den renovada dimensión a sus diálogos.