A estas alturas lo mejor es no sacar conclusiones, para no sufrir ni enfermarse, y no caer en el pozo negro del desánimo y escapar de las fauces de la depresión.
El primer tiempo de la selección frente a México no estuvo mal, pero el problema es que los partidos duran dos tiempos, y por eso, precisamente, no las saquemos.
Ni con mano de gato ni con pinzas. Conclusiones.
Los antiguos estandartes que partieron jugando la llevan, como es usual: Arturo Vidal, Gary Medel y luego Charles Aránguiz, un poco después Mauricio Isla y habría que incluir a Nicolás Castillo, porque es un 9 y esta vez se puso.
La generación dorada se resiste a perder su brillo y es evidente que quiere y necesita más cartas, para los que juegan y también para los que no fueron convocados.
Ni recambios ni leches ni frases repetidas ni darle paso a nadie ni nuevas incrustaciones ni semillas inmaduras o torcidas o secas: los de siempre.
Es una generación de gente que se va haciendo vieja (para el fútbol) y están marcados por los torneos, copas, mundiales y países recorridos.
No son los piratas del Caribe, pero es el estilo, son los tatuajes y es la onda.
Ese grupo necesitaba comprensión y apoyo después de la derrota de no ir a un Mundial, pedía recomposición y algo que sentía que merecía: otra oportunidad.
Así que los enviados por Chile a tantos Mundiales -por tanto corsarios y no piratas- necesitan una penúltima copa.
De eso se trata la próxima Copa América y a Reinaldo Rueda le cuesta entender el camino. Cuando llegó dijo que era largo, pero después de probar, agitar, revolver, buscar, desechar, convocar, llamar y mover, ¿qué es lo que pasa? Que los mejores son los de siempre y algunos de ellos -Medel e Isla- por supuesto que echan de menos a los que no están -Eduardo Vargas, Marcelo Díaz, Claudio Bravo, Jean Beaujesour y Alexis, también Edson Puch-, porque esa es la camada.
Una camada con líos, dobleces, habladurías y peleas, pero no hay que sacar conclusiones inocentes e ingenuas: todo equipo es igual. Y más si la generación es altiva, desprecia las pequeñas casas en la pradera y se apasiona con los juegos de tronos. Son llevados de sus ideas y le hacen al cocktail y al pequeño complot. Caprichosos y además con varios ricos entre medio. ¿Pillos? Por supuesto. ¿Fiesteros? Menos que antes. Digamos que pueden ser lo que sean, pero siguen siendo los nuestros.
El entrenador Rueda ha estado un tiempo en el camino que eligió. Pues bien, que alguien le muestre ese antiguo comercial, para que se ponga un cintillo tricolor por la frente y se agencie unas plumas con el directorio de la ANFP. Así vestido, como un chileno originario, se encoge sobre el suelo y luego pega una oreja al pavimento: camino no hablar.
En ese momento, claro, tiene que sacar conclusiones.
Nunca es tarde.