Siempre he creído en la integración de América Latina.
Y por eso apoyo sin resistencia la creación del Prosur, una organización continental que en ningún caso será burocrática, pesada y costosa, sino, por el contrario, transparente, flexible y coordinada.
El Prosur formará parte, qué duda cabe, de esa gran enredadera latinoamericana que no deja de crecer y a todos nos atrapa.
Me entusiasman los organismos poderosos y mayores, como la ONU, el BID y no digamos el FMI, pero también los brotes menores, así que estuve con Carifta cuando se fundó y también después, cuando se convirtió en el Caricom, porque todo sea por el Caribe y su comercio.
Me apenó el fin del Pacto Andino y me entusiasmó la Comunidad Andina y desde luego la creación del FLAR (Fondo Latinoamericano de Reservas).
Con la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) he sido un solo corazón.
Dejé de ser partidario de la Alalc (Asociación Latinoamericana de Libre Comercio) solo cuando se convirtió en la Aladi (Asociación Latinoamericana de Integración).
He estado al lado de cuanto grupo hay, de los desaparecidos, reconvertidos y los permanentes: Grupo de Contadora, Grupo de los Ocho, Grupo de Apoyo a Contadora, Grupo de Río y Grupo de Lima.
¿Y cuándo el Grupo de Santiago, pregunto yo? A lo mejor ahora, con Prosur, que para mí no es incompatible con Unasur (Unión de Naciones Suramericanas).
¡Vivan el desarrollo, las diferencias y la hermandad continental!
Estuve con Gafisud hasta que se transformó en Gafilat, que fue cuando el Grupo de Acción Financiera de Sudamérica se trasladó al Grupo de Acción Financiera de Latinoamérica.
Todo sea por la integración y estoy con el Parlatino, por ágil, y el Parlasur, por transparente.
Desde luego que por SELA (Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe), por flexible.
Y por Olade (Organización Latinoamericana de Energía), que es muy coordinado.
Y por supuesto que por el Mercosur y por ALBA y por ALCA, de arco a arco, y tanto por la Alianza Bolivariana para América, como por el Área de Libre Comercio de las Américas.
En la antigüedad tuve esperanzas cuando partió la Alianza para el Progreso y la Operación Panamericana.
A la OEA nunca le he fallado, tampoco a la Cepal y menos a la FAO.
Para mí las Cumbres de las Américas son como los Mundiales de Fútbol, y las Cumbres Iberoamericanas serían los Juegos Olímpicos.
Me atrae esa foto de los mandatarios con el traje típico del país.
¿Se podrá hacer algo al respecto en el Prosur? Todos vestidos con traje de huaso, por ejemplo. Dejo lanzada la idea.
Estoy con la UCCI (Unión de Ciudades Capitales Iberoamericanas), la Alianza para el Pacífico y el CID (Consejo Iberoamericano del Deporte).
Todas las instituciones y siglas nacieron con el mismo certificado: serían criaturas democráticas y transparentes, ágiles y coordinadas, que crecerían sanitas. Nunca tuertas o vagas, ni tampoco gastadoras, inútiles y burocráticas.
Así es como brota la planta típica de América Latina: la enredadera.