El episodio protagonizado por el diputado DC Gabriel Silber -quien vio desplomarse violentamente su candidatura a la presidencia de la Cámara- a muchas personas les recordó la serie "House of Cards"; por la truculencia, la brutalidad y la mezcla exhibida entre vida privada y vida pública. Y tienen harta razón los que piensan así.
Pero a mí, en cambio, con esto se me vino a la mente otra serie, de televisión eso sí (de la era pre-Netflix): "El Llanero Solitario".
Y no, no me acordé del programa porque en todos los capítulos el protagonista decía "Hay yo, Silver!", para hacer galopar a su caballo, ni porque considere que el diputado Silber encarne al "Llanero Solitario".
Evoqué ese programa por un fenómeno que siempre me llamó la atención en las películas de enmascarados, pero que en el caso del "Llanero Solitario" se hacía más explícito, al borde de la parodia.
"El Zorro", "Batman", "Robin" y "El Llanero Solitario", entre otros, transmiten la ilusión de que basta un antifaz para ocultar la identidad de una persona, como si la voz, el cuerpo, los ojos y la forma de andar fuesen irrelevantes para identificar a alguien. "Superman" lleva este recurso a la exageración, cuando hace creer que bastan unos delgados anteojos ópticos para que Clark Kent esconda al superhéroe.
Pero todos "hacemos-como-que-creemos" que la máscara resguarda la identidad secreta de nuestro personaje. Nos "hacemos los tontos" para poder disfrutar del cuento.
Bueno, siempre me causó mucha gracia que el fiel compañero del "Llanero Solitario", el indio "Toro", se llamase en verdad "Tonto", solo que al traducir la serie al español se le rebautizó con el nombre del animal, dado que de otro modo sonaba peyorativo. Yo pensaba que el primero en "hacerse el tonto" con el ineficaz disfraz del "Llanero Solitario" era, valga la redundancia, el mismo "Tonto".
Y así llegamos al diputado Silber y al modo en que los políticos involucrados, y nosotros los espectadores, nos "hicimos los tontos" con su trance de esta semana. Todos simulamos no ver lo obvio: la obscena operación política, la grotesca puesta en escena... la comedia y la tragedia juntas.
A Silber lo acusaron de violencia intrafamiliar con una carta anónima que habría sido irrelevante si no la hubiese difundido Pamela Jiles en Twitter. Al día siguiente, Silber y su cónyuge -la supuesta agredida, también dirigente DC- comparecieron en público para negar las acusaciones y denunciar difamación. Pero al rato, Silber ya no era el candidato DC a la presidencia de la Cámara, sus compañeros de partido se habían comenzado a pelear el cargo que dejó disponible, y el Frente Amplio se frotaba las manos porque ahora sí podrá resucitar el acuerdo para que la oposición controle la Cámara de Diputados.
A Silber lo fulminaron; lo dejaron morir sus mismos camaradas, sus aliados, sus compañeros de sector político. Los mismos que dijeron creerle cuándo él y su señora negaron las acusaciones, los mismos que calificaron como "operación política deleznable" lo que le ocurrió.
¿Y si sus colegas están de acuerdo en que todo fue un montaje, por qué entonces no le permiten que asuma la presidencia de la Cámara igual?¿O es que no les creen a él y a su esposa? ¿O es que querían vacante el puesto?
No sé. Yo miro y los veo a todos con puros antifaces.