"Ausencia", dirigida por Claudio Marcone y Liu Marino, recién estrenada en el circuito independiente, tiene como protagonista a Carmen Arriagada (1807-1900), una mujer excepcional de la oligarquía criolla, de gran cultura e ideas progresistas, que acompañó a su marido -Eduardo Gutike- a las tierras que heredó de su padre, Pedro R. de la Arriagada, en Talca, y de quien quizá no sabríamos mucho de no ser por el amor que nació entre ella y el pintor alemán Juan Mauricio Rugendas. Después de que se conocieran, en 1835, la relación creció fundamentalmente a través de cartas que se escribieron a lo largo de 15 años y que conocimos recién en 1990 -en rigor, la mitad de ellas-, gracias a una edición que el diplomático Oscar Pinochet de la Barra realizó de las escritas por Carmen, que Rugendas conservó amorosamente (mientras que Carmen quemó prácticamente todas las de su amigo). Esa edición permitió saber de la relación entre ambos, pero también mucho de Carmen y de su sofisticada sensibilidad.
Muy bien. Hay que reconocer en Marcone y Marino el arrojo para lanzarse con un material de esta naturaleza. El cine chileno, quizá por las modestas dimensiones que mantuvo hasta muy poco, tiene una gran deuda con los personajes históricos que han construido sus sedimentos culturales, políticos, económicos. Estados Unidos y Gran Bretaña, ya se sabe, revisitan su historia constantemente a través de su cine, como una forma de volver sobre los mitos fundadores de su nación o de su conciencia colectiva, como quiera definirse. En Chile, solo ha habido esfuerzos esporádicos. En ese sentido, ver una encarnación de Carmen Arriagada (Daniela Ramírez) y Rugendas (Diego Noguera) tiene, de por sí, algo de emocionante. Ahora, dado el espesor de los personajes originales, la recreación que "Ausencia" intenta de ellos luce muy limitada. Daniela Ramírez hace un enorme trabajo con el poco material que tiene en manos, y logra transmitir la idea de una mujer inteligente, aburrida, melancólica, tensionada por una gran pasión, pero incapaz de romper las convenciones sociales que la atan a su marido (Francisco Ossa) y a una Talca que menosprecia. El aventurero Rugendas, en tanto, aparece como un pelele indeciso, sin gracia, poco atractivo, sin mayor desplante o inteligencia. La cinta se centra en el momento en que Rugendas realiza una última visita a Talca antes de regresar a Europa, donde espera que su carrera tome vuelo. Los amantes, en rigor, presienten que nunca más volverán a verse. ¿Se encienden las praderas? No precisamente. Carmen está dolida por el intento de Rugendas de casarse con una joven de Valparaíso. También parece herida por su decisión de dejar Chile. Rugendas justifica mal ambas cosas. Los diálogos, si bien parecen realistas y posibles, no parecen más que referirse a su propia relación, a su entuerto sentimental. No pelan a amigos en común, no recuerdan momentos pasados, no hablan de lo que están haciendo, no discuten de política ni de lecturas, no hay pizca de complicidad o de humor. ¿Qué tipo de amor es ese? Si ambos fueron algunas de las almas más inquietas de su generación, al estar juntos deben haber volado los apuntes certeros, la mirada incisiva, los esfuerzos por mostrarse brillante delante del otro. Es fácil imaginar que se comían a palabras, especialmente cuando todo indica que tuvieron muy pocas oportunidades de amarse físicamente. Pero "Ausencia" comparte esa debilidad del cine chileno con las palabras, cuyas consecuencias conocemos bien. Las imágenes son cuidadas, pictóricas, cuidadosamente fotografiadas, todo muy "artístico" si se quiere, pero la cinta parece vacía de auténtica vitalidad. Quizás porque los personajes hacen poco -Rugendas, en lugar de dibujar, solo deambula de un lugar a otro; Carmen, en vez preocuparse del periódico que funda en Talca (no mencionado en la cinta), se dedica a sufrir-, pero sobre todo porque hablan tan poco, tan tiesamente, que parecen ausentes.
Ausencia
Dirigida por Claudio Marcone y Liu Marino
Con Daniela Ramírez, Diego Noguera y Francisco Ossa.
Chile, 2017, 76 minutos.