La noticia sería que Marcelo Díaz y Eduardo Vargas están descartados para la Copa América.
Aún no es un hecho definitivo, pero casi, porque si Reinaldo Rueda, después de un año de llamados y pruebas, decidió no convocarlos para la próxima fecha FIFA, hacerlo en el preámbulo de la Copa América, sería impresentable y hasta humorístico. Y lo mismo con Edson Puch.
El próximo viernes el rival es México y en el 7 a 0 del 2016, entre paréntesis, Vargas hizo cuatro, Puch dos y Alexis el restante.
Y tampoco hay oportunidades para Patricio Rubio, que debería ser más que Diego Rubio.
Esta convocatoria estuvo bajo la sombra de lo que fue la noticia: la llegada (y luego la mentira) del uruguayo Alfredo Arias a Universidad de Chile, fue el titular principal. Y luego lo de hoy, que es Colo Colo frente a Universidad Católica.
No hay más noticia en la última convocatoria que ya se lee como trámite, burocracia y papeleo. Reservar nombres en los clubes, timbrar el pedido, enviar pasajes, acordar premios, reservar hoteles y el proceso administrativo de rigor.
Se ha perdido el ángel, la gracia y la ilusión está rasmillada, ante el rigor rutinario y la severidad del académico Rueda, que como esos mineros sin fortuna, ha buscado en filones de poca ley y ha escarbado por oro y le ha salido pirita, el oro que no es tal o el oro de los pobres.
En cada convocatoria se han visto demasiados órganos dispersos, pero nada orgánico, y por eso no se distingue el esqueleto ni la masa muscular.
No digamos el cuerpo y el aspecto de la selección.
Lo único que se descubre es grasa que hay que sacar y la sucesión de jugadores convocados, en vez de calcificar el hueso y sacar el músculo, han ido aumentado la grasa y más grasa.
Lo claro para adelante, porque el tiempo ya pasa y aprieta, será la liposucción y la extracción de tejido adiposo, para de una vez por todas encontrar la estructura dura y el material noble, y también, claro, la estética, belleza y nervios conductores.
Y por eso el clima ya no es de desconcierto, porque hasta el desconcierto cansa, y lo que hay es cierto conformismo y resignación.
El de un cliente en una larga fila, donde hay que hacer de tripas corazón, hasta que llegue el turno frente a Japón: lunes 17 de junio a las siete de la tarde.
El sentimiento de un paciente frente a una lista de espera, donde solo se puede hacer una cosa: esperar.
¿Esperar qué?
Esperar que en la Copa América se cumplan las viejas profecías: cuando nada tienen, lo hacen todo, por ejemplo.
Y que los de siempre, en los partidos señalados, vuelvan a ser los de siempre.
Rezar es una opción.
Hacer mandas.
También prometer cosas que después se cumplen.
Esa sería una gran noticia.