Para los más entusiastas defensores del campeonato largo lo que ha sucedido con los equipos chilenos en el plano internacional tiene que ver con el retorno a esa modalidad. Con la triste e inexplicable excepción de la Universidad de Chile, los nacionales han ido a conseguir resultados en canchas de Brasil, Argentina y Colombia con una propiedad que ya se había perdido en el plano internacional.
Es difícil y arriesgado buscar explicaciones razonables para algo que Palestino, Antofagasta y La Calera han transformado en tendencia. Los triclores zafaron por poco del descenso, los cementeros tuvieron una racha para el olvido en el segundo semestre y Antofagasta se farreó más de una vez la posibilidad de pelear el título, pero este año abrieron la ilusión internacional de sus hinchas con estilos diferentes, procedimientos disímiles y tácticas específicas, por lo que tirar una línea de análisis es francamente complicado.
La Calera tiene un plantel estelar para el medio, en virtud de sus propietarios, que pueden darse el lujo de "mover" figuras de primer nivel que, probablemente, partan durante el receso, sin importar las aspiraciones del club. El ejemplo del año pasado está muy fresco, por lo que la ilusión de sus hinchas debe ser, por lógica, muy acotada.
Lo de Palestino va de la mano de Ivo Basay y su renovada ambición. Fiel a su estilo, dejó en el camino a dos escuadras poderosas y de hinchadas apasionadas, echando mano a un referente de lujo para el fútbol chileno como Luis Jiménez, además del aporte de experimentados como Agustín Farías y Roberto Gutiérrez.
La tríada la completa Antofagasta, que fue al Maracaná a amargarle la vida a Fluminense, ratificando la tendencia: todos se enfrentaron a planteles superiores, a clubes de mayor inversión y lograron escaparle al mito, la tradición y la excusa de que no se puede competir hoy con elencos de mayor jerarquía y recursos.
Lo que sea que pasó es un agradable síntoma y un cambio necesario. Que llena de optimismo y que, de paso, hace que la caída de la U ante el modesto Melgar sea aún más dolorosa. Perdimos la opción histórica de meter cuatro equipos en la fase de grupos de la Libertadores, pero queda una lección importante, que debería servir para los que aún no debutan y, sobre todo, para aquellos que tienen grupos complicados: siempre se puede.
Aunque parezca complejo. Y aunque desde la ANFP lancen señales cada vez más preocupantes de discrepancias directivas, errores administrativos y políticas erráticas. Podría repercutir en la selección, por cierto, pero ya lo sabemos: siempre hay margen para la ilusión. Por las razones que sea.