Basta con que un autor tenga el nombre Iván Monalisa y su libro se llame
Las biuty queens , para sentir un interés sabroso, acuciante y por cierto, muy morboso. Con respecto a lo último, el lector que espere desbordes y exageraciones, quedará tan frustrado al haber terminado la novela que, si no fuera porque es tan fresca, entretenida, original y bien escrita, se terminará arrepintiendo de haber abordado este sabroso y por momentos excelente texto. Monalisa no es, de ninguna manera, un principiante, conoce a fondo la labor literaria, sabe muy bien de lo que habla, domina el escenario que ha escogido y posee una prosa variada, rica, expresiva en grado sumo, adecuada a cada situación y personaje que describe.
Las biuty queens es, entonces, fruto de una larga maduración, tanto en el rango de los recursos que el narrador emplea, como en la forma en que esos recursos se van multiplicando en el desarrollo de la trama. Y el lenguaje de Monalisa resulta plenamente acorde con estas características, al reflejar un ingenio camaleónico, un barroquismo en la frontera de la hipérbole, aunque Monalisa detiene a tiempo sus efusiones, en fin, un abanico destellante de frases, metáforas, imágenes que jamás son cargantes, puesto que el autor ha trazado, con inteligencia e intuición, un plan dramático donde nada sobra y nada falta.
Se ha comparado a Iván Monalisa con Pedro Lemebel, pero dicho paralelo apenas se sostiene. De partida, ambos usan idiomas ciento por ciento diferentes: Lemebel acude sin variación a los giros chilenos, adornados hasta el punto de lo flamígero o retorcido, y su universo, por más diversificado que sea, se halla en el hampa, en la transgresión, en el rebuscado imaginario de algunos sectores de la homosexualidad criolla. En cambio, Monalisa, fuera de numerosas disparidades con Lemebel, nos proporciona un título compuesto mitad en español, mitad en inglés, ya que
Las biuty queens se desarrolla enteramente en un país donde se habla la última lengua. Podríamos continuar enumerando lo que separa al uno del otro, pero al hacerlo, quizá le haríamos un flaco favor a la ficción que comentamos, que se yergue por sí sola, con una que otra flaqueza excusable, si bien, a la larga, estamos ante un trabajo notable y original.
Compuesta mediante capítulos autosuficientes, autónomos, que pueden seguirse de modo independiente al resto de la novela,
Las biuty queens traza un recorrido por Nueva York y sus alrededores, protagonizado por Monalisa y sus amigos, todos transexuales que ejercen el oficio de la prostitución, jalan cocaína sin parar, consumen anfetaminas como si tomaran agua de la llave, fuman cantidades industriales de marihuana, aspiran otros productos indescifrables y se dedican a numerosas actividades de lo más pintorescas y saludables, por más que las autoridades no las vean con buenos ojos y que sus cuerpos se resientan ante la ingesta de productos más bien ilegales (sin considerar los implantes, las inyecciones de hormonas, las intervenciones quirúrgicas y suma y sigue). Todos, o todas, pues se hablan entre sí en femenino y masculino, provienen de naciones hispánicas y el espectro que comprende
Las biuty queens abarca a chilenos -muy pocos-, mexicanos, portorriqueños, dominicanos, colombianos, hondureños, vale decir, solo habitantes cuya lengua originaria es el castellano, que fueron inmigrantes ilegales y ahora gozan de residencia permanente para practicar todas sus gracias. Y vaya que lo son y vaya que son muchísimas, aun cuando, si las enumeramos, sería punto menos que imposible concluir esta reseña. Naturalmente, tienen problemas con la policía, con los tribunales, con los servicios de salud -muchos van a parar a hospitales o instituciones psiquiátricas por culpa de la sobredosis-; aun así, siendo recios ante la adversidad, resisten muy bien estos y otros embates del destino.
Las biuty queens es un volumen único por el solo hecho de tratar un tema, digamos, inhabitual y también porque Monalisa lo aborda con delicadeza, sensibilidad, simpatía y, en ocasiones, un humor desopilante. Cada relato que se nos cuenta es singular y cada uno de ellos nos entrega una visión diversa, compleja, muy humana acerca de seres rechazados por la sociedad, bien que Monalisa no ocupe ni una palabra, ni una frase, ni un párrafo en prédicas de la moralidad convencional. Y he aquí que, en medio de lo que podría haber sido un mundo sórdido y decadente,
Las biuty queens nos va proporcionando episodios en los que reina la solidaridad, el genuino cariño por el otro, la preocupación responsable por los amigos, la justicia en la relación con los semejantes y, hay que decirlo, el amor que se profesan, ya que, al fin y al cabo, estamos siempre frente a historias de amor, por más que parezcan historias de amor al revés.
Las biuty queens, contrariamente a lo que podría pensarse dado el ambiente en que transcurre y precisamente por el enfoque que Monalisa da a esta intriga, resulta una construcción argumental de elevado contenido ético. Claro que los entornos son un tanto patibularios, claro que reinan la superstición o extrañas formas de religiosidad entre estos delirantes actores, en suma, es evidente que Monalisa recarga las tintas en lo estrambótico, lo estrafalario y lo peregrino en extremo. No obstante, como ya lo dijimos, en modo alguno abusa de estas tendencias y, gracias a su pulso seguro,
Las biuty queens deviene un considerable debut novelístico.
Las biuty queens
Iván Monalisa Ojeda
Editorial Alfaguara,
Santiago, 2019,
126 páginas
$12.000
Novela